Ernesto Rodríguez Medina | El Nuevo Siglo
Sábado, 1 de Agosto de 2015

OPINIÓN ORBITAL

La verdadera paz

Todos   los colombianos estamos de acuerdo en que los días que vivimos, especialmente los que conforman los 4 meses de tregua, serán críticos para llegar al fin del conflicto. Por más de 50 años hemos venido practicando una cultura de la violencia, de intemperancia, de intransigencia y la desconfianza. Una cultura de celos y recelo, en muchos de los ámbitos nacionales y regionales. No nos hemos distinguido por ir creando país cogidos de la mano y en busca de destinos comunes. Esto está cambiando en estos mil días de negociación y cambiará aún más si el presidente Juan Manuel Santos corona su ambicioso empeño. Es quizá el mandatario que más lejos ha llegado en el tema y el que más se ha arriesgado. Y justo es reconocerlo tuvo en el expresidente Andrés Pastrana un audaz precursor, cuando a fines del siglo pasado este último  intentó lograr la esquiva paz,  negociando de buena fe con ‘Tirofijo’, pero fue claro que este no compartía esa buena fe.

Escribimos todo esto preocupados porque no se nota una campaña intensa y extensa de pedagogía por la paz. Aparte de la palomita en la solapa de algunos ministros y funcionarios, el país sigue indiferente a lo que se está negociando en La Habana y como estamos acostumbrados a hacerlo toda a última hora ya vendrán las carreras y los grandes fracasos. No hay un solo peso presupuestado y clasificado para los inmensos gastos y la ingentes inversiones que ese posconflicto traerá una vez firmado el Acuerdo. El ministro de Hacienda habla mucho de los  enormes ajustes por la caída libre del petróleo, no le cuadran las cuentas y lo grave es que no sabe de dónde diablos va a sacar plata para llenar esos déficit fiscales. Ni él ni el Director de Planeación le han dicho al país cuánto vamos a necesitar para desmovilizar la guerrilla, programar desarrollo en zonas de conflicto, financiar los nuevos presupuestos para un país sin confrontación...

Estos días se habla mucho de qué se va hacer con el medio millón de hombres en armas que tienen las Fuerzas Militares y de Policía. El Gobierno parece no tener claro cómo serán las tendencias y las nuevas ocupaciones. Nos atrevemos a sugerir que no debería pensarse en reducir y licenciar los actuales efectivos sino reagruparlos y restructurarlos en la tarea de garantizar la seguridad no solo de esos desmovilizados sino de todos los colombianos. Si bien la paz estructural puede llegar, la paz regional demorará aún por culpa de grupos en armas como las bacrim y seguramente las farcrim. Los próximos dos o tres años de ese posconflicto serán críticos para la consolidación pacifica, a fin de evitar lo que sucedió en Guatemala, en El Salvador y en la misma Sudáfrica. Hay que tener en cuenta que los miles de desmovilizados son todos “gatillo fácil” y disparar es lo único que saben hacer. Aquí el trabajo de organismos como el SENA, con cursos de formación profesional para el empleo productivo serán clave para una ocupación productiva de esa nueva fuerza laboral.

Si queremos que la paz venga definitivamente para quedarse será menester que todo esto cambie y todos hagamos un compromiso social por la convivencia y la tolerancia. La paz, la verdadera paz, no puede y no va a ser un simple producto de un acuerdo político descontextualizado de la vida nacional. Debemos llamar la atención de la prensa sobre su responsabilidad social en la consolidación de esa paz. Ella es y será la gran responsable de que todos los colombianos nos preparemos y actuemos en consecuencia. Y debemos dejar de ser pesimistas sobre el resultado final de estas negociaciones. El escalonamiento del conflicto solo terminaría en su vietnamización, negándoles a las generaciones por venir ese futuro a que tienen derecho.