ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 31 de Marzo de 2012

Hacia una nueva televisión

SIEMPRE hemos dicho que la televisión es un fideicomiso público. Lo que pasa es que el Estado colombiano no ha sabido o no ha podido ser un buen fideicomisario. A pesar de que tecnológicamente hablando nuestras producciones han ganado en calidad, es evidente que sigue existiendo una profunda crisis de programación y de contenidos por la multiplicación indiscriminada de la demanda y los presurosos afanes de la sintonía. Ahora, creemos, las cosas se van a complicar por la fragmentación de tareas en todo lo relacionado con dirección, regulación y control de los escenarios televisivos.

En los próximos días asistiremos al entierro de la Comisión Nacional de Televisión, CNTV, quizás la principal culpable de la triste situación descrita por no haber sabido estar a la altura de su misión constitucional. La absoluta incapacidad que siempre demostró para ejercer su autoridad fue la principal razón para su defenestración institucional y para que hoy nuestra televisión riña con el buen gusto, las buenas costumbres y no demuestre su imparcialidad multi-informativa, todo esto sin hablar de sus falencias éticas, sus desmanes programáticos y su casi total ausencia de compromiso con los usuarios del servicio.

La verdad es que la CNTV tuvo este lamentable final porque limitó sus funciones a cobrar jugosos sueldos, a la simple supervisión técnica del espectro y a tramitar las aspiraciones de programadores amigos y porque demostró su escandalosa incapacidad para meter en cintura al poderoso duopolio de los operadores privados que siempre dictaron sus propias leyes, al igual que los operadores de la televisión por suscripción, que también siempre hicieron lo que les vino en gana.

Desde siempre fuimos partidarios de rediseñar las funciones, elevar la calidad de sus funcionarios y, sobre todo, dimensionar la capacidad sancionatoria de la CNTV, pero mucho tememos que, a la vista de lo que el Congreso aprobó como mecanismos de recambio, el remedio pueda resultar peor que la enfermedad. La labor de dirigir la televisión nacional ha quedado fragmentada en compartimentos estancos, y ahora, como diría el Chapulín, “¿quién podrá defendernos?”.

Con toda franqueza no vemos cómo una frágil Agencia -sin capacidad ni autoridad- pueda hacer lo que la Comisión no pudo y eso de entregarle a la Comisión de Regulación de las Comunicaciones, CRC, la vigilancia, va a complicar y desdibujar las tareas que hasta la fecha venía cumpliendo bien este organismo. Los pobres Comisionados no saben lo que les espera en sus relaciones con los soberbios operadores duopólicos. A eso se suma que nadie en el Estado parece tener clara una política de televisión pública que ha sido siempre la disculpa para tratar de controlar la pantalla chica. Pero demos un compás de espera al Gobierno y confiemos en que sus aciertos en cuanto a la promoción y manejo de las TIC le sirvan para salvar nuestra maltrecha televisión.

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Adenda. Una sentida condolencia pública por la dolorosa ausencia de Doña Elvira, alma y motor de nuestra casa editorial, amorosa madre y gentilísima amiga.

ernestorodriguezmedina  gmail.com