Reflejo del alma
No deja de ser curioso que todas las mañanas los colombianos saludemos el día lamentándonos de cómo va el país y, al mismo tiempo, doliéndonos de cómo juega nuestra selección nacional de fútbol. Y lo hacemos sin percatarnos de que la segunda es fiel reflejo del alma nacional, de nuestra idiosincrasia o lo que es lo mismo de nuestra “indiosincracia”. Si no veámoslo.
Somos un país hermoso, paradisíaco, bendecido por la biodiversidad, el multiculturalismo y toda clase de riquezas. Tenemos recursos naturales en abundancia y raza pujante, inteligente, astuta y con una inmensa capacidad de ingenio. Nos enorgullecemos con figuras universales como García Márquez, Botero y Shakira.
Con nuestro flamante combinado patrio nos acontece algo similar. Tiene todo para triunfar. El respaldo de su delirante afición, del Gobierno, del sector privado. Ostenta estrellas de constelación planetaria como Falcao y
James Rodríguez. Un entrenador con palmarés mundialistas. Todos saben jugar a las patadas...
Y, sin embargo, como país y como selección no acertamos una. Siempre nos quedan faltando los cinco centavos para el peso. Ninguno de los dos sabemos qué es lo que queremos. No tenemos claros nuestros objetivos y nuestra razón de ser. El egoísmo, la falta de entrega y la solidaridad, son nuestros principales distintivos. Ni como nación, ni como conjunto deportivo, planificamos sino apostamos a solucionar las urgencias de la hora, al inmediatismo, al “bola-bola”. Ni como colombianos ni como deportistas tenemos juego colectivo y compromiso solidario de misión. No sabemos qué es lo que queremos y, en consecuencia, que es lo que cuenta para conseguirlo. Todos jugamos al lucimiento personal. Cosas, repetimos, de nuestra “idiosincrasia”. Ambos, al menos aquí y ahora, estamos perdidos en cancha. Y, lo que es peor, mucho peor, así como a los colombianos pareciera que no nos duele el país, a nuestros futbolistas no les duele la camiseta, no la sudan, como dicen los sabios del baolopié. El egoísmo nos apabulla...
Que somos pesimistas. Puede ser. Pero no hay que olvidar que un pesimista es un optimista bien informado.
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Adenda
Pocas veces hemos visto a un gobernante tan despistado como lo está nuestro Alcalde Mayor. Le está yendo peor que a nuestra amada y alicaída selección de marras. No acierta una. A cada declaración le sigue una aclaración. Cada paso tiene que “desandarlo”. Tiene en ascuas a los cundinamarqueses con la amenaza de cortarles un agua que es suya, porque nace en sus entrañas. La ALO sigue siendo un caos, la movilidad un desastre y lo del “pico y placa” es un galimatías. Y con los toros esta en pleno festival bufo. ¡Pobre Bogotá y pobres bogotanos, sobre todo los que votamos por él! Hasta sus titiriteros están arrepentidos.