El presidente Duque ha dicho que no va a utilizar espejo retrovisor al inicio de su gobierno. Noble idea que hay que entender como que no va a desatar una cacería de brujas, innecesaria e infructuosa.
Si bien hace tiempo vengo diciendo que en Colombia no había “polarización” sino simplemente el juego democrático de gobierno-oposición y que el término se usaba para echarle la culpa a los que se oponían al acuerdo de paz tal como estaba redactado, y que la supuesta “polarización” se generaba desde el gobierno y el congreso enmermelado, ahora tengo que decir que habrá una división, legítima claro está, de la izquierda contra el gobierno de centro derecha. Pero no se puede olvidar que el país está penetrado por una izquierda llena de odios que ha infiltrado los medios, los que utilizarán el menor desliz para responsabilizar al nuevo gobierno de todo lo malo que venga.
El Presidente puede, y en mi opinión debe, recibir el gobierno con inventario. Para eso son las comisiones de empalme. Y debe comenzar pidiendo a la Contraloría un informe completo y exhaustivo sobre la situación de las entidades y los bienes del país.
Dijo Carlos Caballero Argáez en su columna del sábado pasado que “estamos en las semanas del empalme entre las dos administraciones, a solo un mes del cambio de gobierno. El diagnóstico que elabore la entrante es fundamental para formular una política económica que tenga en cuenta la realidad de la situación actual y las restricciones para cambiarla.” Según el columnista, que es hombre serio y estudioso, “el crecimiento económico… cayó dramáticamente… hasta tocar fondo en el primer trimestre de 2016, cuando bajó hasta 0,6 por ciento, para comenzar una recuperación muy lenta. En el primer trimestre del presente año, el crecimiento del PIB fue de 2,2 por ciento…”
Y agrega: “las reformas tributarias y la elevación de tres puntos del IVA en 2017 no resolvieron el desequilibrio fiscal…y si no hay un incremento de los ingresos tributarios, el nuevo gobierno tendría que hacer unas reducciones draconianas de gasto en los siguientes cuatro años, si quiere mantener la estabilidad económica y la calificación de grado de inversión por parte de las agencias internacionales.” Finalmente dice que “el endeudamiento del Gobierno Nacional aumentó exageradamente en los últimos años y se encuentra en un nivel que no es sostenible hacia el futuro, 43 por ciento del PIB”, todo, digo yo, para financiar la mermelada y los gastos del acuerdo de La Habana. El columnista no menciona el desequilibrio de la balanza cambiaria y otros problemas que va a heredar Duque.
Este es un ejemplo de lo que hay que decir sobre las distintas esferas gubernamentales (y de otras ramas del poder público como la judicial y la legislativa) para que el país sepa que el nuevo gobierno no es responsable de los muchos problemas que va a encontrar, no todos los cuales se pueden resolver en el corto plazo.
Así como se requiere una reforma tributaria, se necesita una de la salud, otra de la justicia, otra de las pensiones, una reorientación de los subsidios, una acción decisiva contra la corrupción y contra la violencia recrudecida; se debe perseguir a los responsables de los desfalcos, a los que deforestan, a los que siembran pero también a los que importan los químicos para refinar la coca y la transportan, a los contrabandistas, a los evasores de impuestos. Y se debe exigir a los educadores que enseñen a los niños cívica y no a tirar piedra o a bloquear las carreteras.
La tarea es descomunal.