Todavía en octubre, esplende de nuevo tema de grande trascendencia, que, como tantas grandes realidades, puede ser evocado con títulos ultrasencillos como el de esta reflexión, pero que eleva, histórica y religiosamente, a lo sublime. Es el valor, de la práctica religiosa el Santo Rosario. A un varón honesto y practicante, que sacaba adelante un ejemplar hogar, con confortantes resultados, quien había recibido de sus padres la semilla de la fe, le preguntaron por la base de sus éxitos, y, tomando en la mano su camándula, responde: “a estas pepitas”.
Detrás de esa sencilla anécdota, hay toda una secular historia que se remonta hasta los días terrenos de la Virgen María, por quien llega a la humanidad el más grande don dado a ella por Dios: su propio Hijo. Desde su infancia en Nazaret, basta su oración con los apóstoles en Pentecostés, y su tránsito a su Reinado de protección para todos los redimidos por la sangre de Jesús, a quienes nos deja como hijos con su voz doliente en el Calvario.
Sobre el origen ya del Santo Rosario, hay memoria de inicio en Oriente y de su paso a Occidente, pero es en el año 1571 el (07-10), cuando el Papa S. Pío V, después de la histórica Batalla de Lepanto, en el Golfo de Patras, entre el Peloponeso y Epiro, en defensa de la Europa amenazada por el dominio musulmán, se ganaba, visiblemente, por la oración en las calles de Roma de esta plegaria entonada por el Papa y los fieles hijos de María, mientras los ejércitos de Venecia y del Monarca Felipe II, combatían. A partir de esa fecha es cuando, oficialmente, se reglamenta la manera de su rezo, con especiales indulgencias, y 15 misterios para reflexión. En el 2002 S. Juan Pablo II, introdujo otra cuarta parte con los Misterios Luminosos.
Es de destacar que Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), fundador de los Frailes Dominicos en España, fue quien asumió la tarea del retorno a la Iglesia de los Albigenses franceses, es a quien se había aparecido la Madre de Dios en 1208, y recomienda la difusión del Santo Rosario como fortaleza y eficacia de esa labor que alejara de aquellas tesis que enseñaban, erróneamente, la existencia de dioses del bien y el del mal, rechazaban los Sacramentos y el reconocimiento de María como Madre de Dios. Esta Orden Religiosa Dominicana, se convierte en difusora por el mundo de la devoción del Santo Rosario. Surge así la devoción. Se menciona al Beato francés, Dominico, Alano de la Roca (1428-1474), quien difunde la devoción sobre los 15 misterios, que lo conformarían por siglos, con especiales promesas a cada uno.
Es de recordar que con la derrota de Lepanto por Nuestra Sra. Del Rosario, “María Auxiliadora de los cristianos”, no concluyeron los intentos de los Mahometanos de dominio en Europa, y de allí su empeño de conquista con el sitio de Viena, pero, viene el 12-09-1683, victoria de los cristianos por el Rey de Polonia.
Es de notar que el Papa León XIII escribió doce Encíclicas sobre el Santo Rosario, y agregó en las Letanías “Reina del Santísimo Rosario…Signo especial es la atención de la misma Virgen María por El Rosario, en apariciones de Lourdes y de Fátima, pasando sus cuentas en recogida oración, y su invitación a rezarlo por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.
*Obispo Emérito de Garzón
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