Los guerrilleros ordinariamente son hombres campesinos, recios y duros, habituados al trabajo agotador, el sufrimiento y el dolor. Parece escrito para ellos lo siguiente: “Pueden dormir muy campantes con sus ropas empapadas, marchar distancias increíbles, alimentarse de raíces en los campos, y digerir cualquier cosa. Tienen la capacidad para comerse trozos de carne arrancada de un caballo de varios días de muerto y seguir su marcha muy repuestos. Pueden beber de pantanos y charcos. Y subsisten virtualmente sin columnas de abastecimiento, pues nunca vacilan en emplear cadenas humanas de ancianos y ancianas para mover alimentos y cargar munición. Nos pasmaba el estoicismo con que Soportaban sus heridas. Y podían soportar mucho más dolor que el europeo occidental. Personalmente vi a uno, cuyos brazos habían sido amputados unas horas antes, levantarse de su lecho y caminar sin ayuda alguna hasta la letrina en el patio. Opino que él consideraba perfectamente natural que nadie del hospital le ofreciera ayuda” (Otto Skorzenv refiriéndose a los soldados rusos).
Multitud de veces la prensa colombiana ha informado sobre la manera como guerrilleros heridos por el Ejército han huido al monte demostrando una gran capacidad para resistir el dolor físico.
El guerrillero se familiariza hasta lo inverosímil con el frio, calor, humedad, hambre, sed y angustia. Raciona hasta límites increíbles la alimentación y el municionamiento. Una migaja de pan, un cigarrillo y una gota de agua tienen para el bandolero un valor decisivo.
Como muchas veces la experiencia lo ha acostumbrado a sobrevivir careciendo de cosas al parecer esenciales, sufre mucho menos que las mismas fuerzas del orden en las épocas de escasez, carestía y hambre. El riguroso adiestramiento con toda clase de privaciones le ha enseñado a sobrevivir “manteniéndose en pie con poco más que el mismo olor de un trapo impregnado de sustancias alimenticias”.
La mayoría de los guerrilleros de nuestro país llevan ocho, diez, doce y más años haciendo violencia. Esto los ha hecho extraordinariamente hábiles y perspicaces. Conocen toda clase de recursos, estrategias, climas, regiones, escenarios y núcleos de población. Más saben por el tiempo y los trajines que por cualquier otra cosa.
Los conocimientos adquiridos por la práctica y la observación guerrillera, constituyen el mejor patrimonio bélico del guerrillero. Y es que realmente nada se aprende en la vida tan bien como aquello que hemos hecho o experimentado. “Solo el que obra aprende”. “La experiencia, se dice, es la madre de la ciencia”.
El guerrillero no ha vivido inútilmente su intensa aventura guerrillera. En los muchos años de actividad antisocial ha conocido a los amigos, delatores, señaladores, simpatizantes e incondicionales. Sabe a dónde puede acometer con furor y en qué hacienda se le recibe como inocente labriego. Cuando se familiariza con núcleos de población amiga, esta le informa la llegada de contingentes nuevos del Ejército y las horas en que patrullan. Las mujeres jóvenes, se ganan la amistad de los militares con atenciones, coqueterías y sentimientos amorosos. Luego logran revelaciones importantes, transmitiéndolas a los bandoleros.