"Morir es el camino fácil", leo en la revista Semana de hace dos semanas que dice Jeison Aristizábal, proclamado Héroe CNN 2016 y quien pese a haber nacido con parálisis cerebral, contra todo pronóstico se convirtió en comunicador social, abogado y director de una ONG, Asodisvalle, que ayuda a discapacitados en Aguablanca, el distrito caleño donde él fue parido, creada para que otros niños no tengan que pasar por lo mismo que tuvo que pasar él.
Venció las burlas, las dificultades, las carencias, las enfermedades. Doblegó al destino y se trazó el suyo con la “conciencia puesta en pie hasta el fin”, a la manera de Neruda en Confieso que he vivido.
Pienso en él porque nunca se victimizó ni le sacó provecho a ser una víctima de la falta de oxígeno al nacer, o de sus adversas circunstancias, cosa fácil en este país de víctimas a perpetuidad que nos cobran a todos y de por vida su pena, como si todos no cargáramos en silencio pero con dignidad, nuestra propia cruz.
Pienso en Jeison Aristizábal porque privilegió la vida sobre la muerte. Pienso en él desde que vi su historia en Semana, pero también mientras leo un librito ligero: Un viejo gato gris mirando por la ventana.
Porque quizás la vida sea un estar mientras se produce el ser. O como escribió Goethe alguna vez “lo que importa en la vida, es la vida misma y no una parte de ella”; es decir, el paquete con corcheas y semicorcheas, días de sol y de lluvia, arreboles en el cielo y cielos de un negro tan oscuro que uno no pueda ver más allá de la punta de la nariz.
Dedicada como estoy a los libros gatófilos, que van desde el muy cruel Mi gato Auticko del grandioso Bohumil Hrabal hasta los ilustrados hechos dizque para niños, hallo en el personaje de mi libro una sabiduría profunda. El niño de la historia abandona el colegio porque cree haber encontrado a un hombre feliz, un limpiador de parabrisas, y huye de casa para averiguar por qué lo es.
Descubre que para ser perfectamente feliz hace falta tener tres cosas: salud, ignorancia y egoísmo. “Salud para no sufrir por lo que te pasa físicamente. Ignorancia para no sufrir por lo que pasa a tu alrededor. Y egoísmo para no sufrir por culpa de los demás”.
Pero sobre todo, el niñito de la narración, Mario Balaustrada, aprende que para ser feliz, “basta con no desear nada”, como diría un estoico de la talla de Séneca. La manoseada felicidad solo está en uno.
“Es como cuando caminas. Tienes que hacerlo inconscientemente. Si cada vez que caminaras tuvieras que pensar ahora voy a mover la pierna izquierda, ahora la derecha, ahora la izquierda… sería muy tortuoso. Nos moveríamos como autómatas, sin ninguna soltura. Y sería imposible pensar en ninguna otra cosa mientras caminaos”.
Personas como Jeison Aristizábal deciden que la felicidad es una cosa que ocurre mientras vivimos. Sin ruido ni algarabía. "Morir es el camino fácil", pero vale la pena vivir, porque todo, sin excepción, es una promesa.