FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 29 de Agosto de 2012

El encuentro de Neil y Gonzalo

 

Ambos están muertos. Gonzalo Arango, el fundador del Nadaísmo, murió el 27 de septiembre de 1976 en Tocancipá, Cundinamarca, y Neil Armstrong, el conquistador de la Luna, el sábado pasado en Ohio, Estados Unidos. Los dos ahora se encuentran en la eternidad y muy seguramente su recuerdo se abraza en el infinito del cosmos.

Neil celebra la poesía de Gonzalo que rompió con el clasicismo de la pedantería y el monopolio de los poetas piedracielistas y Gonzalo el encuentro con el hombre que lo desvirgó despejándole el misterio de la Luna que tantos versos le inspiró en su onanista adolescencia rebelde; la misma Luna a la que Simón González, La Bruja, rindió homenaje en San Andrés en su “Green Moon Festival”, el escenario que descubrió el reggae y la marihuana. Ese Simón, hijo del preceptor de Gonzalo, el filósofo de Envigado que como testamento dejó su gran sentencia: “sin amor todos somos asesinos”.

Gonzalo y Neil, dos revolucionarios a su estilo, marcan un hito en la historia. Ellos aportaron a las generaciones de esa década de los sesenta unas visiones distintas de la existencia. La angustia de la fatalidad se confirma cuando el hombre, en carne y hueso, mancilla el piso de la Luna y le revela a la humanidad que no somos únicos y exclusivos y esa angustia crece sin compasión. Gonzalo dibuja en su lenguaje el atronador escándalo, tan escandaloso en su momento que la publicación de esa oda a la desesperación le acarrea la pérdida del espacio que tenía reservado en El Tiempo para vomitar sus alucinaciones de visionario desencantado:

“En una mano empuñaba la bandera

de su Patria. ¡El Colón de la Luna!

Lo embargaba una emoción tan tremenda

que no pudo evitarlo y soltó un pedo.

En la majestad del silencio selenita

delató la presencia del hombre en la Luna.

Aunque el incidente no estaba previsto

en el riguroso programa espacial,

pasará a la historia.

Fue un pedo sublime.

¡Nadie lo niega!”

Otros, igualmente valientes, conquistaron la ignorancia y la redujeron a realidades indiscutibles. Verificaron las teorías de los especuladores. Fernando de Magallanes, uno de ellos, asesinado en la isla de Mactán, le enseñó a la historia que la Tierra es redonda y a partir de esa revelación muchas creencias perecieron en los abismos insondables de la Fe. Igual mérito tiene el arrojado lance de Armstrong. Descansen en paz estos dos hombres de la prehistoria reciente, juntos abrieron una puerta a las ilusiones porque desde su momento los sueños cambiaron de estrellas y los hombres amanecieron en nuevo Mundo más real.