FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Octubre de 2011

Ensillando sin traer las bestias

 

LA  reforma constitucional que se discute en el Congreso y enderezada a encontrar una fórmula que permita administrar una pronta y cumplida justicia, según se anuncia por el Gobierno y los parlamentarios que apoyan la iniciativa, no solamente ha sido descalificada por quienes de una u otra forma participaron de buena fe en los prolegómenos del documento, sino que también ha suscitado serias y profundas divisiones en el interior del Legislativo, a tal punto que se piensa en que la mejor estrategia para lograr esa meta es la convocatoria a una constituyente.
Sin enredar este comentario en el análisis de la viabilidad de una enmienda de esta naturaleza, asumida por una Asamblea Constituyente, importa ahora descifrar la intención oculta en cualquiera de las opciones que se escoja para acometer esta obra. Para empezar, es bueno recordar que la Carta del 91 se promovió con la Séptima Papeleta, bajo la promesa de alcanzar una justicia efectiva y este argumento fue el que sedujo y sin embargo veinte años después se concluye que el objetivo aún no se ha logrado.
El tema hay que anudarlo con la apresurada Justicia Transicional que desde diferentes frentes se viene implementando con afán, como si en verdad ya el conflicto nacional se hubiese superado. ¡Qué ilusos! No debe dejarse de lado que este tipo de “arreglos” no responde al concepto puro de justicia y sí más bien al empleo del aparato de poder para saldar cuentas mediante sentencias acomodadas a una circunstancia coyuntural, que históricamente se ha ideado para el tránsito de la dictadura a la democracia, de la guerra a la paz y en Colombia no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro.
No obstante, hay que reconocerlo, el país no esta ni cerca de lograr ese punto que permita suponer que ha llegado el momento de saldar las cuentas con las víctimas y con los victimarios. El conflicto iniciado el 20 de julio de 1810 no se ha resuelto. Es posible que se hayan acordado algunas treguas en tiempos limitados, pero el enfrentamiento ancestral y crónico es una latencia dinámica en el inconsciente colectivo y todos los amagos que se han hecho por su solución no han sido más que estrategias para reforzar los factores de poder imperantes. La reforma judicial que se discute no se ocupa en buscar una efectiva administración sino en manipular a los jueces, poner a buen recaudo a sus reos y ensillar antes de traer las bestias, porque el tiempo corre y el camino se estrecha.
Y si se optara por sacar la iniciativa de su foro natural y llevarla a un órgano ad hoc, nada de extraño sería que se aprovechara la coyuntura para votarle un salvavidas al ex presidente Uribe, que cada día ve más reducidas su huestes y necesita combatir por una nueva opción de poder personal: su reelección, pues él es una bestia política que no se entrega.