FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Febrero de 2013

De lobos y lobbistas

Es prudente aclarar que el lobbista no es, precisamente, el que se disfraza de lobo o que es un lobo, sencillamente es el que se dedica al cabildeo, en otras palabras, el lagarto de profesión, oficio que cada día adquiere mayor aceptación a tal punto que se ha intentado reglamentar legalmente e incluso acreditar a quienes se dedican a su práctica.
Y, hablando de lobos, es curioso que a esta bestia en las fábulas clásicas le hayan dedicado exagerado protagonismo, llegando incluso a repetirse en algunos casos la misma historia como sucede en las fabulas del lobo y el cordero referidas por los fabulistas Esopo y La Fontaine, en términos idénticos y con la misma moraleja. Lo mismo sucede con la alusión que hace Tito Maccio Plauto en su comedia: “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”, frase que hace carrera principalmente con Hobbes al predicar que el hombre es lobo del hombre por su natural egoísmo y razón para justificar el poder absoluto del Estado.
Pues bien, a pesar de que el lobbismo nada tiene que ver con el lobo al cual aludimos, en la práctica tiene esta actividad mucho que ver con la figura animal aludida, pues de lo que se trata es de afilar los dientes para conseguir una buena mordida y lograr una tajada importante en los negocios públicos que se manejan en el escenario oficial. Es una de las formas de corrupción del poder y abuso. Las agencias de empleo en el sector oficial en ciertas dependencias no convocan a concursos de méritos para reclutar personal, simplemente negocian con los “lobbistas” quienes se encargan de hacer el proceso de “selección” Esa intermediación ha degenerado en una serie de figuras burocráticas institucionalizadas a través de las cuales las responsabilidades personales se diluyen entre manos ocultas que en últimas terminan decidiendo detrás de bambalinas. El poder detrás del trono. El apetito de los lobbistas es devorador y sus interlocutores terminan cediendo a sus presiones e intrigas porque su discurso suele ser muy elocuente, motivador y atractivamente convincente.
Para trabar el diálogo o interlocución en estas conversaciones con estos “lobos” existen ahora unos encargados, asesores, delegados, auxiliares, segundones o mandos medios que se ocupan en llevar y traer las razones para que nadie pueda testimoniar acerca del compromiso oculto. Lo grave es cuando el lobby se hace debajo de las cobijas y lo ejercita el ama de casa y no precisamente la dueña del lupanar; para estos efectos la respetable ejerce el poder detrás del trono y los cabildeos se hacen en las reuniones sociales donde las recomendaciones para los nombramientos, los contratos y los fallos se ofrecen con la misma atención y cortesía que los ricos manjares que adornan el banquete. Finalmente, todo sucumbe ante la adulación, es la feria de las vanidades.