Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 6 de Mayo de 2015

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

C3H8NO5P

Marie Jean Antoine Nicolás de Caritat, marqués de Condorcet, aparte de su amplísimo conocimiento de las matemáticas, las ciencias y filosofía -entre otras-, incursionó activamente en la política, participando como girondino en los cambios propuestos por la Revolución Francesa, en todo lo que con la educación pública tenía que ver la propuesta del cambio. Su proyecto enfatizaba en la educación, principalmente, entre las clases populares. A su juicio, predicaba,  solamente educando al pueblo se puede alcanzar el progreso que la humanidad quiere. Fue Condorcet uno de los pioneros del “progresismo”, ahora de moda entre los innovadores de las ideologías. Su muerte, todavía, permanece en la impunidad.

Pero ¿por qué ahora hablar del marqués de Condorcet? Sencillamente, porque su pensamiento filosófico y científico aporta razones para dilucidar las cuestiones que se discuten en el escenario nacional para entretener y distraer el tema de la paz: el uso del glifosato, el químico de la fórmula del título de este comentario; y el paro de maestros. Dos mulas muertas atravesadas en el camino para impedir el curso del proceso de paz que tanto les duele a los amigos de la guerra.

Filosofo-matemático propone llegar a la verdad valiéndose de la lógica matemática, convencido de que esta necesidad -la verdad- no será un misterio como predican quienes razonan fundados en la metafísica o la superstición. Los mismos que manipulan la ciencia para obtener poder político, los que dicen que el  C3H8NO5no le hace ningún daño a la ecología y menos al ser humano, no obstante que científicos reconocidos lo vienen afirmando desde, por lo menos, 1970, cuando Daniel Samper Pizano, le quiso abrir los ojos al país y no sacárselos. Pero, claro, hay que falsear la verdad para atacar al Gobierno y,  de paso, torpedear los diálogos de paz, porque la guerra es un negocio al igual que lo es el fumigar y vender veneno para la tierra y, al mismo tiempo, desarrollar una política eugenicida para acabar con campesinos mestizos, peligrosos aún, a pesar de su ignorancia.

Luchar por la educación y la verdad es reivindicar un pueblo que ha sido sometido durante doscientos años a punta de ignorancia, engaño y bala. Esa liberación es una campaña que corresponde a los maestros; en sus manos está alcanzar el progreso por el que murió Condocert.

Probablemente, dentro de la estrategia que ha imperado desde los comienzos de la nacionalidad, cuando la educación era privilegio de las elites dominantes, el conflicto entre los educadores y el Gobierno forma parte de esa inteligente y audaz táctica para no progresar, mantener el statu quo, para que nada cambie en el país del Sagrado Corazón.

Hay que defender la aspersión del glifosato para atacar al Gobierno con el argumento mentiroso de que suspenderla ¡es favorecer a la insurgencia! Hay que impedir un acuerdo con el sector docente, porque su solución implicaría hacer efectiva la educación y un pueblo educado es un pueblo peligroso.