FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Julio de 2013

El malestar en la cultura

 

El título, necesariamente, se asocia con el ensayo freudiano y aunque alguna conexión hay con esta sociología,  o psicoanálisis del colectivo, premonitoria de la destrucción,  lejos esta de parecerse siquiera a la publicación (1930) que profetizó la hecatombe hitleriana que cambió la historia de la humanidad.

Se trata, en una síntesis apretada,  de admitir que en este entorno colombiano de ahora se suceden fenómenos sociales que,  aun para los desentendidos,  advierten que algo está cambiando y va a transformar el sentimiento oceánico de las necesidades ecológicas del ser humano.

La desaparición del interés por lo político, por ejemplo,  como fórmula para acomodar la existencia a las exigencias del espíritu y alcanzar la felicidad etiológica de la existencia, ya no es una alternativa. Una propuesta apolítica condujo a las nuevas generaciones a suponer que un escepticismo supino era la tabla de salvación. Por eso la juventud no se interesa sino en el fútbol y los conciertos y en ese desiderátum ya ni siquiera la opción por el trabajo es atractiva. Se tiene conciencia de que el placer es un artículo de consumo, pero también que se puede alcanzar a precios módicos. Por eso los narcóticos cada día se consumen  mayormente en el lumpen proletario y en otros estratos, pero todos, al fin de cuentas, se sienten derrotados.

Este proceso ha sido vivido en otras sociedades que han sufrido la historia en siglos, de tal manera que su ADN está impregnado hasta los tuétanos y de ahí que ya nada sea trascendental para ellos. Su infelicidad no los lleva a la desesperación  Por el contrario,  estos pueblos adolescentes, que han evolucionado sin madurar, asumen posturas narcisistas primarias que ahogan todo atisbo de cultura y únicamente encuentran placer en su anonimato existencial. Copiando y pegando escriben su destino y, para disimular la angustia, se refugian en la droga, el sexo y el alcohol.

Ni religión ni religiosidad aportan a la esperanza de una satisfacción, pues sin ser renegados no son crédulos y si creen fundan su fe en un Dios hacedor de capitales y riqueza material.

Matar al otro por fanatismo futbolístico no produce escándalo;  militar en gavillas disfrazadas para llamar la atención y verse reflejados en el espejo mágico del otro es la máxima satisfacción, de ahí que proliferen gremios exóticos impulsados por la moda, independientemente de que haya razones de naturaleza que expliquen la actitud gregaria.

Los ministerios de Educación y  de Cultura anuncian a grandes titulares la revolución. Mariana Garcés,  en la cartera de Cultura,  intenta sorprender con el anuncio de la remodelación del Teatro Colon o dotando de sede a la Filarmónica; María Fernanda Campo ofrece una gran reforma… ¡en la educación superior! Estas promesas confirman que Colombia, si no toma conciencia plena del malestar de su cultura no solo no saldrá del atraso sino que fracasará en sus intentos de asegurar una paz duradera. ¡Auxilio!