FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2013

Alguien tiene que ceder

De  algo hay que estar cierto y ese algo es que el presidente Santos tiene las mejores intenciones para alcanzar la paz. Ese propósito, obviamente, no es fácil de lograr y no lo es porque hay tantas razones que explican el conflicto crónico que para resolverlo habría que refundar la Nación. El doctor Gómez, en su discurso, advertía que era necesario volver sobre lo fundamental y la Paz es una condición sine qua non para considerar el Estado, es su causa ultima y razón de ser.

¿Cómo refundar el Estado sin acudir a la fórmula de Herodes, invertida, esto es,  contando solo con los menores de tres años? Seguramente que enfatizando en promover una nueva cultura. Pero esta fórmula es impracticable en una sociedad contaminada de violencia y corrupción. Entonces ¿qué hacer?  

Hay que reconocer que los diálogos de La Habana han exacerbado los ánimos y que el país y el Gobierno se encuentran divididos entre quienes promueven un acuerdo motivados por la esperanza de lograr ponerle fin al conflicto -la Iglesia- y los que a toda costa insisten en aupar la guerra -el Ministro de Defensa y muchos de sus subalternos- negando toda posibilidad a una sana conciliación.

Y no hay esperanza de conciliar porque no hay un conciliador; pareciera que los diálogos en La Habana fueran monólogo de sordos,  pues no se quiere ceder  y necesariamente hay que hacerlo si se quiere avanzar. Grupos de corifeos, al igual que las barras bravas del futbol, se encargan de argumentar para torpedear cualquier atisbo de acuerdo y naturalmente que en materia política no hay verdades inconcusas.

Sería interesante acordar unos nombres de personajes de las más altas calidades y condiciones para que actuaran como moderadores de las discusiones y orientaran el debate para promover la conciliación. También en el interior de la opinión pública generar el ánimo popular para que todos a una comprendan que la única salida racional es el acuerdo.

 Ahora, ese acuerdo indispensablemente debe consignarse en un texto y ese texto, por supuesto,  tiene que someterse al filtro  del consenso, llámese como se quiera llamar, para que cuente con la garantía de su legitimidad. ¿Por qué temerle a la democracia?

 Hay quienes sostienen que no es permisible admitir que los subversivos pretendan imponernos el modelo de gobierno que ellos quieran, a través de una Constituyente. Si se tiene fe en las instituciones que se practican en Colombia ¿por qué suponer que en una consulta -plebiscito, referendo, asamblea-,  saldrían avantes las propuestas de la insurgencia? Para nadie es un secreto que la guerra genera dividendos -las tierras del Vichada- pero tampoco lo es que  por ese conflicto enquistado en la historia la Nación se resquebraja todos los días y la soberanía se debilita, la justicia se manipula, el derecho es artesanía y las gentes sobreviven paranoicas por la incertidumbre del futuro. Por todo esto hay que insistir en la paz.