FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Febrero de 2014

Fuego entre bomberos

 

No cabe duda de que la guerra es un negocio; al respecto son muchas las obras y estudios que se han escrito, algunas no demandan mayor esfuerzo, se trata simplemente de registrar episodios y basta. Así, por ejemplo, el escándalo que ha suscitado la publicación de la revista Semana respecto de los supuestos negociados de la cúpula militar, descubre un hecho notorio,  no obstante lo gaseosa.  Lo cierto es que “si el río suena piedras lleva”.

El desconcierto y asombro de muchos no es más que histrionismo barato, el país está acostumbrado desde los comienzos de la Republica a estas corrupciones. La guerra ha sido una disculpa para que los avivatos se llenen los bolsillos. El señor Francisco Antonio Zea, “prócer de la Independencia” abusando de la buena fe del Libertador enjuagó sumas exorbitantes buscando recursos para la guerra que fueron a parar en su saco. Su descaro  llegó a tal grado que  Bolívar expresó acerca de su figura: “Parece que los ingleses están decididos a encontrar legal el robo de los diez millones de pesos de Zea… el señor Zea es la mayor calamidad de Colombia”. “Él  recibe la cantidad de 547.783,00 libras esterlinas, el primero de agosto de 1820, dinero que sería destinado para la lucha emancipadora” pero Zea que era un vivo no escatimó esfuerzos en ponerle mano a 66.666,00 libras”.

 A estas alturas de la historia el Gobierno se alarma porque aparecieron unas grabaciones que ponen en duda la rectitud de la cúpula militar. Están involucrados algunos generales en servicio activo y oficiales retirados o procesados presos y se ofrece una exhaustiva investigación. Desde ya se debe concluir que ningún positivo se logrará al respecto, pues todo lo que ahí ocurre es producto del encubrimiento de los falsos positivos y del silencio cómplice; popularmente se dice que “entre bomberos no se pisan las mangueras”.

El enredo es tan monumental que a nadie conviene que se destape, empezando por el Presidente que juega a las escondidas con su ministro de la guerra a quien parece ha encargado de mostrar la cara dura, sin caer en la cuenta de que la tropa se ha comido el cuento y por la misma razón no están de acuerdo con que se pacte la paz.

Claro que la paz no conviene a los negociadores de la guerra y esto no es noticia nueva, de ahí que la canción  del  “Führer” convoque al coro de la tropa. Peligroso juego si se descubre la trama. De ahí que para prevenir incendios lo  prudente es que el jugador de póker aproveche la coyuntura y haga una limpieza general y de generales y aproveche la circunstancia para  designar un ministro serio, diligente y veraz, menos megalómano, aun cuando el poder exacerba el narcisismo pero un relevo en esa cartera podría hacerle mucho bien al proceso de paz en que está empeñado  Juan Manuel y, también, el país.