FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Junio de 2014

Policía más humana

 

El alcalde Petro ha promovido una marca en su administración: “Bogotá humana”. Ese eslogan,  si bien ha calado en la ciudadanía,  no lo ha asumido la burocracia. La dictadura de los porteros es cada día mayor y la paciencia de los ciudadanos también.  Este es un vicio incorregible cuyas causas son profundas, pues tienen que ver con los resentimientos y amarguras de los burócratas que aprovechan la ocasión y oportunidad de detentar el poder del escritorio para satisfacer sus instintos  primitivos de venganza.

A propósito, el secretario de Movilidad del Distrito, Rafael Rodríguez, fue removido a raíz de un debate organizado por la concejal Sandra Jaramillo, quien denuncio algunas irregularidades en la gestión del funcionario dimitente, entre otras,  la cesión de un contrato para la administración de los “patios y las grúas”, instrumentos estos convertidos en el “coco” de los ciudadanos, pues  los agentes de tránsito utilizan esta coacción a su antojo, no obstante que las causas que autorizan la retención de un vehículo son taxativas; pero como el derecho es para interpretar, los agentes interpretan las normas según su conveniencia y la conveniencia del conductor de la grúa. Y a todas estas el Personero de la ciudad nada hace al respecto, no obstante la frondosa burocracia de su Despacho.

El contrato cuestionado por la concejal alcanza una considerable suma: setenta y tres mil millones de pesos. Luego el negocio debe ser rentable y su rentabilidad depende de la eficiencia de los agentes de tránsito. No es complicado verificar este argumento. Para confirmar lo que se ha convertido   en un comentario popular, basta con observar el comportamiento de los policías en los extraños retenes que se instalan improvisadamente en lugares estratégicamente escogidos. O cuando resuelven hacer batidas para retirar vehículos mal estacionados.

Generalmente el comportamiento del agente se caracteriza por una actitud déspota, pues se  cree que con esto se sienta un principio de autoridad; todo parece indicar que es una instrucción superior. ¡Qué error. Al policía hay que enseñarle que el ciudadano no es un enemigo; discúlpeme general Palomino! La semana pasada a un pobre parroquiano, mayor de setenta años, le llevaron el carro a los patios por no portar la tarjeta de propiedad del automóvil. ¿Acaso no puede la policía certificar por radio esa información? ¿Para qué es entonces tanta parafernalia del registro único nacional automotor? Lo que ocurre es que si los carros no van a los patios y las grúas no funcionan el contrato de cesión de la coacción entregada a discreción  y beneficio del particular en contubernio inaceptable,  no funciona y menos deja réditos.

Señor Alcalde, es usted el Jefe de Policía del Distrito y por lo mismo a usted corresponde orientar la tarea de los policías de tránsito, procure usted que sea esta una Policía más humana y que su función no sea un negocio de particulares, promovido por la autoridad a costa de los ciudadanos.