Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Enero de 2015

La viga en el ojo

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?”

Lucas 6,41-42

El general Fernando Landazábal Reyes, ministro  de Belisario Betancur, no obstante su recia posición frente a la acción subversiva, criterio que defendió  en sus muchos escritos públicos, sin reticencias, en su obra El Conflicto Social predica  que el delito  del agente de la autoridad no puede ser comparado nunca con el ejecutado por el delincuente, pues la Ética Pública no puede tolerar, por ninguna razón, que quien tiene el deber de proteger al ciudadano lo atropelle y concluye que el delito de la autoridad compromete y corrompe el sistema entre tanto que el  del particular solamente justifica el imperio de la ley.

La cita viene  a raíz de la muerte de Faiber Antonio Erazo, el 18 del mes en curso, en un retén militar, en  Argelia,  Cauca. Los detalles del suceso no se conocen puntualmente, pero se advierte que las explicaciones que  ha dado la jerarquía militar son confusas. Hay que destacar  que el suceso ha pasado inadvertido entre la opinión pública, a pesar de que hechos similares se repiten con frecuencia: el 7 de abril de 2003 la periodista del El Tiempo, Clara Inés Rueda, murió abaleada por agentes de la policía en un retén instalado en la carretera que de Bogotá conduce a La Calera. El director de la Policía explicó a los medios: “¡quiero dejar en claro que ese es un caso de policía en donde se actuó de acuerdo con las normas, con los reglamentos”! El 9 octubre de 1988, Margarita María Camero, estudiante del Gimnasio Femenino, murió, también, en un retén militar.

El Consejo de Estado acaba de condenar a la Nación por la muerte de un conductor en un retén  del Guaviare, sentenciando que la fuerza pública debe usar las armas “como último recurso”. Semejantes consideraciones se repiten en idénticos casos y ninguna consecuencia práctica se obtiene, salvo, claro está, las indemnizaciones demandadas, pero los ciudadanos siguen expuestos  a esa grave contingencia “reglamentaria”.

El tema, por supuesto, da para mucho y, probablemente, no faltan los que aprueban esos desmanes de la fuerza pública, alegando respeto a las órdenes policiales. Pero lo cierto es que la pena de muerte, en Colombia, fue abolida a principios del siglo pasado y, muy a pesar de que hay quienes imploran por su restablecimiento, afortunadamente, todavía existe conciencia del riesgo de semejante sanción.

Aparte de todo, el pensamiento de Landazábal Reyes no educa. La sociedad  se ha enternecido por los últimos sucesos de París y los comentarios de prensa editados al respecto han saturado a la opinión,  condenándolos; incluso a SS. Francisco I que, sorpresivamente, ha “justificado” la reacción violenta de los  agresores,  se ha ocupado del tema. Entre tanto, la muerte de Faiber Antonio Erazo solo ha dado lugar a una noticia, una noticia habitual.