Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Marzo de 2016

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Justicia tardía

 “LA justicia es el pan del pueblo; siempre está hambriento de ella” (Chateaubriand)  “Nade se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”. (Séneca).

 

La Corte Suprema de Justicia cumplió su encargo constitucional de proveer la designación de las plazas de magistrados que se encontraban pendientes del nombramiento de sus titulares. Dos años tardaron para alcanzar ese acuerdo. También hay que anotar que la justicia civil,  paralizada  por causa del cese de actividades decretado por los sindicatos de jueces y empleados, ha decidido reanudar sus actividades después de sesenta días de receso.

 

La Fiscalía General de la Nación, por conducta de uno de sus funcionarios,  impuso medida de aseguramiento a Santiago Uribe Vélez, hermano del chalán del Ubérrimo, a quien se sindica de conductas delincuenciales ocurridas en la última década del siglo pasado, esto es, hace más de veinte años.

 

Son estas noticias testimonios irrefutables de que la promesa que motivó la Constitución de 1991 no fue más que eso, una promesa, pues lo cierto es que en Colombia esa tarea tan necesaria en la organización de un Estado Social de Derecho es simplemente un “homenaje a la bandera” y disculpa para ilusionar a un pueblo hambriento o herramienta al alcance de los poderosos para compensar intereses políticos y, especialmente, cuando se busca satisfacer “pretensiones penales”.

 

El Primer Foro Nacional de Personeros, celebrado en Bogotá en 1977, promovido por el titular de ese Despacho en aquella época, el doctor Dolfus Romero Celis,  debatió la necesidad de buscar un procedimiento ágil para acelerar la administración de justicia; una  propuesta fue la de organizar un recurso de amparo que permitiera ese resultado. En la Carta de 1991 se consagró la Acción de Tutela. Hoy, 25 años después de su vigencia,  algunos autores, entre ellos el niño Cepeda, critican su abuso, sin reconocer que el abuso es consecuencia del atropello habitual de las autoridades. La justicia en Colombia es un remedo.

 

En materia penal cada día se inventan más disculpas para alargar el tiempo de la prescripción y últimamente se acude al título de “Delitos de lesa humanidad”, imprescriptibles.

 

En ese orden de ideas,  nada de raro tendría que reviviera la investigación por el homicidio de Jorge Eliécer Gaitán; con esa  necesidad ancestral de venganza que ahora renace en la conciencia colectiva, difícilmente se alcanzara la paz que el Presidente promueve. El odio y la pereza judicial son semillas  para que la Nación se muera de anemia amorosa. Cada quien aporta su semilla de odio y retaliación aspirando a pasar a la historia y entre tanto la justicia es paquidérmica, lentitud que los líderes del moderno agorismo aupan y aplauden para infundir el descontento y con esta estrategia boicotear la paz que no consideran útil para sus intereses económicos. Las redes sociales, hábilmente utilizadas por los demagogos, lavan la conciencia colectiva para alimentar el odio y derivar las utilidades que la guerra genera a unos pocos.