Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Mayo de 2016

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Democracia narcisista

 

EN  oportunidades se ha comentado que la personalidad del político tiene parecidos con la de las meretrices; la necesidad de  admiración y el exhibicionismo son  su perfil narcisista. “El gran tribuno y la gran hetaira son los seres absolutamente ilimitados que usan del mundo entero para decorar y ensalzar su Yo empírico” (Weininger).

 

La patología narcisista,  manifiesta de  formas diversas,  tiene causas disímiles; una radica en los conflictos parentales, por ejemplo: los conflicto de pareja;  la desaparición traumática de uno de los progenitores; otros traumas  complican el proceso de identificación y por lo mismo hay fijaciones que se convierten en necesidades de reaseguramiento, incluso violentas y psicóticas. Sus insatisfacciones, motivadas por la inestabilidad de su súper yo, por una regresión,   obliga a demandar la adulación y  cuando no se consigue atraer  la atención y, por supuesto, la dominación al otro, apelan a la venganza.

 

“En algunos casos tiene su raíz en un maltrato infantil por parte de  padres autoritarios”. (Aguirre Licht)   La democracia,  aceptada universalmente,  es una efectiva terapia para tratar  anómalas pasiones  humanas,   permitiendo un juego pacifico para alcanzar el desahogo emocional de los impulsos y ambiciones,  evitando que  la violencia sea la vía para satisfacer el ego y la necesidad intima de poder. Es por esa razón, precisamente,  que en el proyecto de ley Estatutaria “por medio de la cual se regula el Plebiscito por la Paz”, se dispone que  los promotores del “Si” o del “No” contaran con las garantías y apoyos oficiales para su campaña, (catarsis) en igualdad de condiciones. La paz se consigue por las buenas! Decían las abuelas. Así se hizo en el plebiscito de 1957 que consolidó la concordia entre los dueños del poder.

 

No obstante la experiencia histórica, el “Chalán del Ubérrimo”, necesitado visceralmente de idolatría a su imagen y de venganza,   ha resuelto apelar a una estrategia bélica  y anunciar que hará una convocatoria a la “resistencia civil” para derrumbar con su “caballo de Troya” (las autodefensas)  la voluntad popular  que pueda adherir al “Acuerdo de Paz”. No es extraño. Hay mentes enfermas que no tienen reato alguno en invitar al “Holocausto Judío” con tal de satisfacer sus trastornos de personalidad. He aquí, entonces, lo que Erich From llamó el  narcisismo colectivo y calificó como “una de las fuentes más importantes de agresión humana”. Lamentablemente, “la politiquería” es el arte de hacer por las buenas lo que otros hacen por las malas, pero que,  de todas formas,  son aberraciones ególatras que no miran al prójimo sino su objeto mismo, reflejado en el agua del río.

 

Un síntoma  de la perversión democrática es la dificultad para asimilar la “perdida”, la derrota política. Esta es una consecuencia de la inmadurez  por traumas infantiles. Sobre estas “anécdotas” de la niñez del “Chalán del Ubérrimo”, ahora enemigo de la paz, bueno es consultar a Héctor Abad Faciolince en “El olvido que seremos”; ahí da él un testimonio inocente que arroja luz a este tema.