Mal de muchos…
La tecnología en comunicaciones, el celular y otras modalidades de la misma especie, han provocado una pandemia, un mal de muchos que preocupa a los estudiosos del comportamiento social y, principalmente, de los hábitos infantiles. El que no tiene celular no existe, podría afirmarse. A tal grado ha llegado esa dependencia que a quienes por alguna circunstancia se les daña u olvida el aparato entran en crisis de pánico; podría suponerse que si por alguna circunstancia colapsara el sistema y toda una población se viera privada de este servicio el acontecimiento sería tan caótico que tendría las proporciones dramáticas que Saramago describe en su extraordinario Ensayo sobre la ceguera. Esto sin considerar el número mayúsculo de relaciones de pareja que han caído en la celotipia por causa del celular.
A esta innovación, de la cual son viciosos millones de seres humanos, hay que añadirle otra modalidad perturbadora: el Twitter, aparecido en 2006, a la cual han cedido sus emociones tirios y troyanos para actividades útiles e inútiles y muy a pesar de su resumido contenido, característica esta que ha llevado a la desfiguración del idioma, porque por la necesidad de resumir el mensaje se acude a contracciones de palabras que, seguramente, a la larga transformarán el idioma corriente. Por ejemplo, TQM, hoy día, es un apócope generalizado de “te quiero mucho”.
La celumanía ha llegado a tal extremo que los debates políticos se reducen a los 140 caracteres límite y obviamente, por la brevedad del texto, no hay retórica; todo lo contrario, en el afán de resumir lo mucho que hay que exponer, el discurso termina convirtiéndose en improperios vulgares o errores de contenido.
El último encuentro del presidente Juan Manuel Santos y su mentor Álvaro Uribe fue, precisamente, a través del Twitter. El Ex, como habitualmente suele ser, exaltado, resolvió atacar la gestión del Gobierno, actitud que le valió que lo designaran Jefe de la Oposición, críticas que el doctor Santos no se resistió a contestar y cayó, por culpa de su desespero probablemente, en el juego de su contraparte. Entonces, repostó argumentando que no tenía autoridad el Jefe de la Oposición en criticar a su Gobierno por hechos que en el suyo también habían ocurrido. Esta argumentación podría encajar en el adagio popular “mal de muchos, consuelo de bobos”.
De ese dimes y diretes de Uribe y Santos hay que observar que el Ex pierde su dignidad y el decoro que le obliga su condición, pues, amén de que se comporta como un párvulo, ya muchos lo consideran como la encarnación del doctor Goyeneche. El presidente Santos, por fortuna, sabe serenarse, aquello que los ingleses que tanto él conoce llaman el “self control”. Sin embargo, todo parece indicar que su paciencia se agota y esto podría resultar grave para el país. La historia de Colombia es la historia de las pendencias entre los expresidentes.