Una segunda acepción del término profeta es la de una persona que, por señales o cálculos hechos previamente, conjetura y predice acontecimientos futuros. Es en este sentido con el que Alexandre Havard titula su reciente libro: “7 Profetas, un análisis de la crisis mundial” (Pamplona EUNSA 2023 191p).
Estudiando la obra de siete filósofos, el autor nos permite entender las raíces filosóficas de las crisis que tienden a agobiar el mundo de hoy. Es que, así no seamos conscientes, la influencia de la filosofía es innegable en la educación, en la cultura, en la política, en la sociedad en general y en nuestras vidas en particular.
En la primera parte, el autor analiza los filósofos que denomina “destructores”: Descartes, Rousseau y Nietzsche. Y en esta labor incluye el análisis de sus personalidades derivando de estas tanto su credibilidad como la viabilidad de sus filosofías. Es así como en cada caso demuestra que hay esferas del ser (el corazón, la voluntad o la inteligencia) que quedan atrofiadas. En Descartes el corazón y la voluntad son estrangulados por la razón; en Rousseau la razón y la voluntad quedan sofocadas por el corazón y en Nietzsche es la voluntad la que absorbe la razón y el corazón.
Descartes sentó las bases de la filosofía moderna con su “pienso luego existo” encarnando el “racionalismo” y convirtiéndose inconscientemente en el padre intelectual del subjetivismo, del agnosticismo y del ateísmo contemporáneos. Rousseau con su “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, origina el “sentimentalismo”. Y Nietzsche con su “Dios ha muerto” el “voluntarismo” que le permite al hombre mismo convertirse en el “superhombre” en un dios.
Havard afirma que “…estos son los frutos de la filosofía de Descartes, Rousseau y Nietzsche. El subjetivismo (Descartes) da lugar naturalmente al sentimentalismo (Rousseau), del que surge con la misma naturalidad el totalitarismo, dirigido por un grupo de ‘superhombres’ (Nietzsche). El subjetivismo engendra el desprecio de la razón, que es sustituida por emociones manipuladas por una casta de individuos sedientos de poder.
El vacío existencial provocado por la castración de la razón se ve llenado por una religión del sentimiento, cuyos nuevos inquisidores someten a pueblos enteros, ´cancelando’ a las personas que consideran inadecuadas. Así es como la cultura de la tolerancia se convierte en la cultura de la cancelación. El subjetivismo sólo puede conducir al totalitarismo porque destruye cualquier punto de referencia objetivo. Con el subjetivismo todo se vuelve posible, incluso lo inimaginable. Todo se vuelve justificable, incluso los crímenes más execrables. Ya no hay razón, ya no hay ‘sentido común’. Sólo existe mi sensiblería, y aquellos que la mantienen y manipulan. ¡Si Descartes hubiera sabido adónde nos había de llevar su cogito!”.
A lo anterior cabe agregar que diferente habría sido el rumbo de la vida de muchos, si Descartes, uno de los padres más caracterizados de la modernidad, hubiese más bien afirmado que “pienso porque existo”, lo que le hubiera llevado a responder los interrogantes de ¿por qué y para qué existo?
En la segunda parte del libro, Havard se ocupa de quienes denomina los “constructores”: Pascal, Kierkegaard, Dostoyevski y Soloviov. De estos sostiene que son personalidades íntegras pues su corazón, su razón y su voluntad funcionan en armonía, lo cual les permite captar toda la parcialidad del pensamiento destructor y mostrar caminos para superarla. Superación a la que Pascal invita encontrando nuestros corazones para restablecer nuestra razón en un mundo sumido en la subjetividad y el sentimentalismo. Kierkegaard nos invita a vivir un vida auténtica, única, singular e irrepetible en un mundo engullido por la cultura de masas, la despersonalización, lo políticamente correcto y el anonimato de la “voluntad general”.
Finalmente, Dostoyevski nos llama a salvar nuestra humanidad, dignidad y libertad en un mundo que nos pide sacrificarlas en aras de la comodidad y la seguridad. Y Soloviov nos convoca a practicar la unidad de vida, a divinizar todos los aspectos personales y sociales de la existencia humana, a santificar la vida profesional, social y familiar llenándola de espíritu cristiano. Estos cuatro pensadores, cada uno a su manera y con su propio carisma nos ilumina, nos inspira y nos estimula a la acción.
¡Feliz año 2025!