Amanecemos estresados ante el alud de malas noticias, en medio de muertes violentas, robos, accidentes, contaminación ambiental, mingas de indígenas con obstrucción de vías públicas, manifestaciones de protesta, suicidios, recibimos cuentas impagables, asustan las de prediales y valorización, escuchamos discusiones inútiles, las informaciones nos llegan, sin mala intención de los comunicadores, de manera que parece inevitable aceptarlas en cascada.
Produce miedo salir de la casa, transitar por las calles, sacar dinero de los cajeros, usar el transporte colectivo, evitar hurtos de celulares, no saber si quienes se identifican como miembros de la autoridad en verdad lo son o se trata de delincuentes que intentan atracarnos, inclusive desconfiamos de personas de las cuales no deberíamos recelar.
El temor es invasor, debemos debilitarlo, aislarlo, dejar de proyectarlo, el secreto de los valientes es impedir sentirlo, hallar solidaridad. La inmensa mayoría de los habitantes de este país somos honestos, la minoría interesada en mortificarnos se equivoca al suponernos cobardes y presumir nuestra rendición. La Nación tiene que movilizarse unida, hacer frente a la corrupción, condenar la violencia, colaborar con la autoridad, cerciorarse de la pronta administración de justicia. Del pueblo depende el funcionamiento del sistema democrático, el éxito de las labores gubernamentales, la no repetición de errores, la crítica constructiva, la exigencia de que actúen con diligencia los servidores públicos, los miembros del Congreso, a la búsqueda de acertar.
Cuando hablamos de paz generalmente nos referimos a los convenios suscritos o por acordar con la guerrilla, a como juzgar sus delitos, el avance consiste en que han parado parcialmente acciones criminales, lección nos dan las víctimas de la violencia y sus familiares con testimonios que indican superación del sufrimiento, perdón a quienes les infringieron dolor, decisión valerosa de proseguir la existencia vinculadas al empeño de derrotar la delincuencia. Colombia necesita una gran campaña contra el miedo, en la Universidad requerimos de jóvenes emprendedores que dejen de sentirse frustrados, en el trabajo alejar la situación anímica deprimente, cabe la solicitud a los dirigentes para que se abstengan de acolitar amenazas provenientes de organizaciones o individuos al margen de la ley.
La paz es un estado de la mente, se trata de comunicarnos, tarea conjunta e individual, nuestros niños no pueden crecer impactados por mensajes de zozobra, demandan futuro, sentirse bien consigo mismos, no sometidos al continuo susto familiar. La intranquilidad facilita el terrorismo lo cual se analiza en los países desarrollados, muchas cosas que tememos ya han ocurrido, impidamos otras actuando serenamente, como corresponde, con energía cívica. No es tiempo de alejarnos de nuestras metas y de lo que queremos lograr, persistamos en el mejor mañana. La consigna: ¡No al Miedo!