FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Febrero de 2012

La fuga de Sócrates

 

 

Es cierto que el ser inocente es un estado que, según el Derecho, debe presumirse. Esto es lo que clama la lógica, principio universal que en la calle se sintetizó bajo el aforismo “el que nada debe, nada teme”, pero como la lógica no es el fuerte de nuestro país, ni mucho menos de sus principales figuras públicas, hemos visto que la concepción de inocencia ha mutado y ahora no reside en aquel que gallardamente se queda dando la batalla por su libertad, empuñando las mismas leyes con las que lo quieren sentenciar, sino que encuentra su máximo exponente en quien huye cobardemente. Tal es el caso de Luis Carlos Restrepo.

Siguiendo la odiosa costumbre de creerse personajes emblemáticos de la humanidad, ahora el excomisionado de Paz piensa que es un Sócrates moderno, al punto de declarar en una reciente entrevista que antes de ir a prisión prefería tomar cicuta, capricho que busca agregar dramatismo con aquella extravagante importación y elevarlo a la altura de mártir afligido por una justicia amañada. Por lo demás, esta comparación seguramente hizo revolcar al pobre griego en su tumba, pues le han malinterpretado de la manera más descarada posible.

En el diálogo Critón escrito por Platón se ve a un Sócrates inocente que espera tranquilo por el cumplimiento de su sentencia final, entonces recibe la visita de su amigo, con el que se titula la obra, quien le ofrece pagar por su libertad para que logre huir de las garras de los jueces atenienses. Ante esto, Sócrates es vertical en su conducta y sostiene que así como prefirió y defendió las leyes de Atenas por entre las de otras polis, así también debe someterse a ellas, pues de lo contrario estaría yendo en contravía de lo que siempre predicó. Todo un ejemplo de dignidad y entereza proveniente del más injusto de los juicios que la historia tenga memoria.

Luis Carlos Restrepo es un “destructor de leyes” y un “enemigo del sistema político”, como el mismo Sócrates definió a aquellos cuyo miedo los lleva a respaldar su cuestionada inocencia poniéndose un disfraz o una piel y escapando, dándole la razón a quienes le sentenciaron. Y lo mismo aplica para todos los demás Luis Carlos que toman un vuelo nocturno furtivo con rumbo desconocido y de la noche a la mañana se convierten en fugitivos, más buscados que el mismísimo Wally.

Es hora de que la Justicia desenfunde su lupa, traiga a los sabuesos, encienda los radares y acabe con esta burla a las leyes colombianas. ¡La fuga de nuestro patético Sócrates es una realidad! Que su rostro y su barba navideña no encuentren cómplice asilo en nación alguna. Ya esa perversa celada nos la jugaron una vez, qué deprimente sería volver a caer.

fuad.chacon@hotma il.com