Formateo de medianoche
“Mientras más rápido lo hagan, más rápido salimos”.
Esta máxima de Emilio Otero Dajud, secretario general del Senado, encierra en impecable resumen lo acontecido aquella nefasta y lluviosa noche de martes. El Congreso nos dio a todos los colombianos un espectáculo bochornoso en alta definición por televisión nacional, nos comprobó el por qué de su paupérrima reputación y supo sabotear de un plumazo el decente desempeño que llevaba en materia legislativa. Múltiples fueron las falencias ejecutadas descaradamente en esa madrugada, pero la indignación e impotencia que me embarga como elector pueden verse contenidas en dos pecados capitales que representan traiciones inolvidables a la confianza de los votantes: la forma y el fondo.
En la forma, el Canal Institucional le permitió a un país indignarse con la surreal puesta en escena de unos congresistas que emboscaron el recinto sagrado de la democracia y vulneraron, en nocturno asalto furtivo, el mandato supremo delegado por todos. Una patética caricatura del trámite legislativo fue lo que se transmitió por las pantallas de toda Colombia. Hombres irresponsables que aprobaron de forma acelerada, displicente y mediocre una ley que, aunque concisa, tendrá efectos trascendentales en la mecánica de la sociedad; efectos que no fueron debidamente discutidos por la pereza de unos caballeros que confundieron el “mensaje de urgencia” del Gobierno con una carte blanche para desatar la anarquía.
El país no merece ser regido por honorables senadores que prefieren irse a dormir antes que decidir con seriedad el futuro de la patria. Una vergüenza nacional que genera rabia justificada en las redes sociales y en el sentir de las personas. Colombia es mejor que esa seguidilla de sujetos, salvo contadas excepciones, que sin ningún recato camuflaron su falta de carácter bajo el ruido de la votación electrónica.
En el fondo, comenzamos a ser cobijados por un híbrido resucitado de la extinta Ley Lleras, el último gran acierto del ministro Vargas Lleras, que seguro haraquiri resultará a sus ilusiones de ser Presidente, materializado en una normatividad tan general y mal redactada que, virtualmente, permite a cualquiera encontrarse inmerso en las causales que configuran actos delictivos con una facilidad e inocencia que da miedo. Proteger los derechos de autor tiene noble intención, pero el camino escogido no es el indicado, ni mucho menos el más eficiente. Quiero ver la puesta en marcha de este adefesio jurídico, pues no habrá cárcel suficientemente grande para contener a los 40 millones de delincuentes que ella acaba de crear.
Es la Corte Constitucional la única redentora que podrá rescatar a los dolientes usuarios de Internet (no “interné” como dicen muchos letrados senadores), ella tiene la labor de devolverle el orden al caos legislativo creado. Su deber es corregir el absurdo formateo de medianoche que nos regalaron ciertos señores dándose mañas para conseguir la aprobación más rápida de una ley que el Gobierno Santos haya visto y, al mismo tiempo, conciliar el sueño a costillas de los clics del pueblo que juraron defender. Aún así, la democracia sabrá prevalecer, a pesar de ellos.