El alfil enrocado
Del universo de profesiones y oficios por los cuales una persona pueda optar, considero que el periodismo de guerra se merece un foro privilegiado entre los más nobles y loables. No cualquiera un día se despierta, se arma con una cámara y toma rumbo desconocido hacia un país que le es extraño para narrar las peripecias de un conflicto que no es el suyo. Son ellos, pues, los valientes alfiles de la libertad, la caja de resonancia de miles de voces inocentes que no se escuchan por encima del tronar de las balas.
Tal es el caso de Roméo Langlois, cuyo rapto se han arrogado cínicamente las Farc en un reciente video. En él lo catalogan como “prisionero de guerra”. (Lenguaje típico de los grupos beligerantes de los que ellos no forman parte por su violación indiscriminada y constante de los Derechos Humanos) y dan un parte positivo de su salud, pues se vio herido en el brazo en el ataque guerrillero donde fue secuestrado, pero no explican los términos bajo los cuales se dará su liberación ¿Por qué? Porque sencillamente no tienen la mínima intención de hacerlo.
De esta forma, Langlois se convierte en ficha clave de esta partida de ajedrez que desde hace más de 50 años lleva jugando el gobierno colombiano, pues deja en clara evidencia varias cosas que serán vitales para tomar decisiones de cara al futuro del conflicto armado. En primer lugar, se ha consolidado la tendencia de las Farc a romper sus promesas, aunque personalmente creo que el país ya está muy curtido en este campo y poca debe ser la sorpresa que esto genere. Indignante sería pues que todavía haya alguien que le adjudique algo de veracidad a sus palabras y empuje a los demás a ilusionarse con una voluntad negociadora que en realidad nunca ha existido.
En segundo lugar, esta situación debe ser el oportuno campanazo de alerta que sacuda al presidente Santos y lo lleve a abandonar el discurso empalagoso y coqueto con que se venía refiriendo a las Farc. La mala fe de esta organización está más que probada y mal haría el Primer Mandatario en seguir por la línea laxa que venía trazando en los últimos meses. Se debe acabar eso de la “Llave de la paz” y tantas otras rosadas analogías que invitaban a Timochenko y su pandilla a dejarse tentar por una pronta salida negociada al conflicto. Es hora de que el Presidente demuestre la mano dura por la cual muchos lo elegimos, la misma que expuso con impecables resultados durante su paso por el Ministerio de Defensa, pero hoy por hoy le está haciendo extremada falta.
Lo cierto es que hace mucho no estábamos ante el secuestro de un extranjero, pero no por ello puede excusarse el gobierno para jugar mal en su turno. Hay que escoger la estrategia correcta para hacernos de nuevo con Roméo. El ojo vigilante de Francia estará sobre nosotros, ya que es su alfil el que está enrocado en nuestras selvas.