Del 21 al 23 de este octubre lluvioso, el Festival Gabo se realizó por primera vez en Bogotá. El Gimnasio Moderno fue la sede principal. Se celebraban los 40 años del Nobel para Gabriel García Márquez, a quien nos pareció oír en cada rincón del claustro leyendo sus novelas de amores contrariados. Es como si hubiera regresado directo desde Estocolmo, en un viaje por los cielos de la poesía, “la única prueba concreta de la existencia del hombre”.
El festival no es un Congreso, es un encuentro alegre con la ciudadanía, dijo Jaime Abello, el sorprendente, como lo llamara Juan Villoro, ganador del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2022. Referidos al discurso La Soledad de América Latina, los Conversatorios daban la cálida acogida de la amistad, ese sentimiento especial que impulsó a escribir al ribereño del Mojana.
“Nos unen las historias”, fue un lema tan apropiado que estas saltaban de los labios de los propios autores para convertirse en la radiografía de la realidad. El dinamismo vital de los periodistas se empañaba ante las incertidumbres del presente. “Estamos peor que en 1982”, dijo el maestro Sergio Ramírez, con el pesimismo de los caminantes al exilio. Mónica González, visitante de las cárceles de Pinochet, se mostró muy inquieta por el futuro de la democracia en Iberoamérica. Los títulos de los conversatorios son las interpelaciones del momento: Autoritarismos dementes; La realidad desaforada del narcotráfico; Cómo proteger la Amazonía con nuevas narrativas; Revelar la corrupción tras el Cambio Climático, un desafío de investigación.
Es más, los temas de los premiados en Texto, Cobertura, Imagen, Audio y Fotografía, reflejan la misma desesperanza: El Polizón y el Capitán, o el drama de las migraciones ilegales; No fue el fuego, sobre la corrupción del poder en Guatemala; Radiografía de una aldea ucraniana, ocupada por las tropas rusas, y El dolor silencioso de Ucrania, con fotos y textos “cargados de un lirismo brutal”; La segunda muerte del Dios Punk, es una denuncia sobre la cultura de la cancelación.
Al calor de la camaradería fácil los periodistas confesaron que sus páginas estaban cargadas de malas noticias, porque los vientos del cambio están trayendo muchos nubarrones. La pobreza nunca desaparece, mientras reaparece siempre la tentación totalitaria. Una periodista brasilera nos envistió diciendo: por lo que leo, aquí están en la alocada utopía de tirarse el país para salvar al mundo. Es cierto, la pretensión del cambio por el cambio esconde las amenazas a la libertad, al trabajo y a la empresa. ¡Si no se le pone orden al amor noble por el pueblo, nos podemos quedar sin recursos para ayudar al pueblo! Ese es, amigos, el nudo de nuestra realidad.
En el festival estuvo transcurriendo la vida febril y triste de toda Iberoamérica. Y Gabo estaba allí ejerciendo el oficio que nunca dejó, “el mejor oficio del mundo”. Al fin y al cabo, sus novelas, sus cuentos, sus crónicas, sus reportajes, no son más que las alucinantes noticias de un continente solitario que descubrió Colón por equivocación.
La Fundación Gabo logró congregar a todo el periodismo de la región. Es el resultado de la tarea de armar la mejor escuela para formar los mejores periodistas. Tarea, que Gabo puso en las manos de Jaime Abello Banfi, quien ha estado a la superior altura de tan hermosa misión.
El reconocimiento y la admiración por Jaime y la Fundación eran evidentes. Como es evidente el amor constante de las gentes por Gabo. Tanto, que se ven obligados a expresarlo, y son felices al hacerlo. ¡Que bella es la vida eterna de Gabriel García Márquez!