GABRIEL MELO GUEVARA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Octubre de 2011

TLC: Carrera contra reloj

 

¿QUÉ  sigue después de la ratificación del Tratado de Libre Comercio por el Congreso de EE.UU., la firma presidencial en Washington y el canje de ratificaciones? ¡Correr! Lo que debió hacerse desde que los negociadores terminaron la discusión del texto: apurarle a preparar el país para los cambios.
Todos los sectores sentirán los efectos de las reglas nuevas: consumidores, productores, importadores, exportadores, bancos, Gobierno, inversionistas extranjeros actuales o potenciales… lo cual exige modificar políticas, ajustar la legislación y adelantar unos rápidos acondicionamientos físicos, con énfasis especial en la infraestructura de transporte y servicios públicos.
Esa labor de macro-reingeniería debió cumplirse desde cuando empezaron a prepararse las negociaciones y, especialmente, mientras el texto dormía en las oficinas gubernamentales de Washington, esperando que el lobby de algunos sindicatos norteamericanos cumpliera su oficio, unos cuantos legisladores demócratas expusieran sus temores, la señora Pelosi dijera que sí pero que no, se despejaran las preocupaciones preelectorales y nuestros opositores locales viajaran repetidas veces para hablar mal del Tratado, de Colombia y del Gobierno, haciendo una pausa en su costumbre habitual de hablar mal de los Estados Unidos.
Debemos asumir que el reacondicionamiento jurídico está listo, con las disposiciones legales que deben reformarse o derogarse nítidamente identificadas y las nuevas leyes, junto con sus decretos reglamentarios, escritas y preparadas de manera que solo falte promulgarlas para que comiencen a regir. Suponemos, asimismo, que lo único pendiente es una orden para que se implanten los cambios en la administración publica, necesarios para movernos en la nueva etapa de nuestra historia económica que, de hecho, ya comenzó.
Sí es así, ya deberíamos estar divulgando la estructura normativa actualizada, socializándola, como dicen ahora, para que el país vea claro el escenario en el cual tendrá que competir. Es una labor urgente de concienciación que deben adelantar en conjunto el Gobierno y los gremios, hasta que, a fuerza de insistir, cada colombiano complete un curso intensivo de TLC y descubra cómo se puede utilizar para el beneficio individual y colectivo.
Se calcula que el Tratado permitirá incrementar el empleo nacional en algo así como un cuarto de millón de puestos de trabajo, y que el Producto Interno Bruto se aumenta por lo menos en un punto. Pero esto ocurrirá solo si nos alistamos adecuadamente para aprovechar las oportunidades. De lo contrario, las puertas que se abren para salir al mercado estadounidense se convertirán en compuertas para que desde allá ingresen al nuestro. Y no por culpa del Tratado sino de nuestra incapacidad o desidia.
Preparados desde ahora, sectores como el agropecuario podrán defenderse mejor de la competencia que se avecina, los ganaderos encontrarán alternativas y algo alcanzará a mejorarse la infraestructura de transporte, para que las ventajas comparativas no desaparezcan en las malas carreteras ni se pierdan en la operación portuaria ineficiente.
Abierto un amplio acceso al mayor mercado del mundo, sería imperdonable que los esfuerzos productivos se esfumaran en las interminables colas de camiones atascadas en Buenaventura, mientras los buques cargueros esperan turno, o las conferencias navieras incrementen los fletes con un sobrecargo, porque no se draga la isla que se está formando en la desembocadura del río Magdalena, frente a Bocas de Ceniza.
Es fácil identificar lo que se debe hacer. Son cosas de sentido común y, por fortuna, el Gobierno anunció que emprenderá enseguida las más urgentes. Ahora el problema es de tiempo porque tenemos que hacerlas contra reloj.