Que yo puedo preguntar lo que me dé la gana dice uno; que sí, pero que usted no puede hacer lo que le dé la gana. El uno le tiene ganas al otro, lo cual no sería grave, si se tratara de especies menores. Pero el “a que te cojo ratón, a que no gato ladrón” se está jugando entre el mismísimo Presidente de la República de Colombia y el Procurador General de la Nación.
Que los servidores públicos pueden hacer campaña por el Sí, ha dicho Santos, pero también por el No, aunque seamos sinceros, no creo que tanto; ya quisiera yo saber qué pasaría con el funcionario que en vez de “pronunciarse públicamente en favor de la paz en cualquier momento y sin restricción alguna”, y de “portar y desplegar signos alusivos a la paz, tales como el ‘Sí a la Paz’”, ose pararse a la entrada de un ascensor de despacho público a promover el no.
Yo hago lo que me da la gana porque se me da la gana, solía decirle a mi mamá y ella me metía un pellizco de monja como el que el Ordóñez le quiere dar a Santos: “La orden del Presidente a todos los servidores públicos de utilizar bienes del Estado y recursos públicos para la campaña del plebiscito es un abuso de poder orientado a imponer, por todos los medios, legales e ilegales, la decisión compartida del Gobierno y de las Farc”.
Yo hago lo que me da la gana porque se me da la gana, dijo tácitamente Santos al presentar la pregunta del plebiscito; uno no espera que sepa escribir- los tiempos de Caro están lejos y hace rato impera en el gobierno el analfabetismo funcional-pero sí pensar.
La pregunta a todas luces la formuló algún seudocientífico que no gaguea, consciente de que está mal planteada pero será efectiva: “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. ¿Y si uno está en desacuerdo con la primera parte de la pregunta pero de acuerdo con la segunda? Pues que si dice no, niega ambas premisas. Aunque uno sea un pacifista pensante.
Santos es un ganoso. Con una sola pregunta arrasó con el disenso, con la discusión dialógica y argumentativa, con la oposición, con la psicometría, con la gramática, con la lingüística y por supuesto, con la esperanza de convivir en la diferencia.
O con la democracia, según Ordoñez.