Me sorprendió quedarme maravillado escuchando noticias de Gabito que yo ya sabía. Fueron contadas con tanta exactitud y picardía por María del Pilar Rodríguez, Mapi, que el silencioso auditorio no quería salir de su consentida estupefacción. Mapi es la gabitera mayor de esa pléyade de admiradores de Gabriel García Márquez, clasificados como gabólatras, gabófilos y gabiteros. Ella armó las rutas turísticas garcia-marquianas de Bogotá, Zipaquirá, Aracataca y Cartagena.
En su conferencia, realizada en la Filbo el pasado 3 de mayo, nos señaló, en la Barranquilla de hoy, los edificios del Colegio San José, ubicó en una iglesia el hotel-prostíbulo en el cual el joven periodista de El Heraldo pasaba sus noches farragosas; localizó el sitio de la librería Nuevo Mundo, sede de las tertulias que presidía el sabio catalán; mostró lo que queda de la casa del Barrio Abajo donde Luisa Santiaga y sus hijos conocieron los sinsabores de “una pobreza agotadora”.
Mapi saborea sus hallazgos en Zipaquirá, “esa ciudad histórica” de la que Gabito solo sabía que tenía minas de sal y a donde llegó Aureliano Segundo a llevarse a Fernanda del Carpio, la figura más enigmática de la vasta obra del escritor caribe. Nos mostró, además, la sede del Liceo Nacional, “el patio de los heliotropos”, y creo haber visto en el video una trompeta de la banda municipal que dirigía el maestro Guillermo Quevedo Zornoza, a quien Gabito quería parecerse por el resto de su vida.
No va a alcanzar este espacio siquiera para hablar de la bella voz de Gina Sabino, quien nos cantó los boleros favoritos del parrandero cataqueño: Total, Perfidia, ¿Qué sabes tú?, Ódiame y muchos más. Por ahora, se quedarán en el tintero otros descubrimientos de Mapi quien al final de su presentación me preguntó: ¿Me equivoqué en algo?
No, no se equivocó en nada. Pero le falta explorar el mundo fascinante de Sincé y de La Mojana, dejado en el olvido por la morosidad de los gobiernos en implementar sus rutas turísticas. Mapi, en Sincé, además del papá de Gabito, nació Melquiades Jacinto Diaz Acosta, el 10 de diciembre de 1864. Melquiades, el sinceano, era un caminante sigiloso por entre las distintas realidades del tiempo. De los druidas había aprendido la cosmovisión de los celtas. Por eso, no se mojaba bajo la lluvia y apartaba los relámpagos con un gesto de la mano. El relato de susprodigios los oyó Gabito de su padre en las conversaciones cartageneras de los años 50 que solo terminaban con el canto madruguero del gallo capón.
Debes recordar, Mapi, que García Márquez escribió: “desembarcamos en la población de Sucre como si hubiésemos nacido en ella”. En sus crónicas de 1954 para El Espectador, La Marquesita de la Sierpe, La Herencia sobrenatural de la Marquesita y La Extraña Idolatría de la Sierpe, se encuentran los elementos esenciales del realismo mágico: la cotidianidad del mito, la leyenda, el sino, la soledad, la magia, el asombro y el silencio hermoso de la desmesura.
Con todo y eso, Mapi, no se ha logrado convencer a nadie de la notoria influencia de esos mundos, de aguas rebeldes y soles inclementes, en la narrativa sin par de uno de los nuestros: Gabriel García Márquez. ¿Nos ayudas?