General (r) Luis Ernesto Gilbert Vargas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Mayo de 2016

PRISMA

Equilibrio policial

CON el correr de los años y ojeando la historia, podemos encontrar que la Policía Nacional de Colombia ha debido enfrentar un sin número de situaciones complicadas donde se cuestiona el proceder de sus hombres, algunas con suficiente razón de parte y otras un poco tendenciosas. Sin embargo, la noble institución siempre ha sabido enfrentar los problemas, que  la mayoría  de las veces terminan en ajustes y cambios.

 

Recordemos la policía política de otros tiempos, cuando algunos de sus miembros fueron proclives a tomar partidos en  enfrentamientos políticos que tanto mal dejaron en el país y la institución. No olvidemos los sucesos del Bogotazo, donde brilló por su ausencia, dejando la capital en manos de los revoltosos, y qué decir de las jornadas de mayo, enfrentando los movimientos estudiantiles que protestaban contra el gobierno del General Rojas. Mencionamos  solo algunos ejemplos de una institución que diariamente permanece en el vórtice de los problemas nacionales, hechos que la hacen blanco de críticas y acusaciones. Pero una vez superadas estas vivencias nadie se ha detenido a estudiar o analizar  qué originó esa  situación o cuál fue el consecutivo que llevó a la institución a ser parte de determinada alteración, interna o externa. Solo se promueven críticas a su servicio y compromiso con el país. Que saludables hubieran resultado esas evaluaciones para evitar nuevas tragedias en el interior de la estructura policial, que terminan deteriorando su imagen.

 

Nunca es tarde y por ello queremos aportar reflexiones sobre el  momento. Los últimos directores de la policía han debido afrontar oleadas de acusaciones sobre corrupción en la filas y las purgas no se hacen esperar. Son recibidas con beneplácito por la sociedad, pero ¿dónde está hoy  el problema? Permítanme  recapacitar  sobre un  aspecto: ¡la incorporación!, tema de constante preocupación institucional y reforzado como el que más, por ser piedra angular del servicio. Los protocolos de entrada están establecidos, probados y ajustados, demandando un nivel de exigencia en los candidatos más que superior, pero para  infortunio  policial los últimos gobiernos se apoyaron en la institución buscando cumplir las demandas ciudadanas de seguridad y sin  calcularlo, ordenaron  incrementar la plata de personal con urgencia para atender el cubrimiento,  en efectivos, que el gobierno se había comprometido  enviar a especificadas regiones. Esa determinación que golpeó el andamiaje de incorporación y violentó los parámetros  establecidos, obligando por la premura y acoso del  tiempo a debilitar en exigencia y requisitos, dando como resultado lo que hoy vivimos: hombres vestidos de uniforme pero con el corazón ausente del servicio y unidades que piensan más en su interés personal que en el  bienestar de la sociedad a la que se deben. La exigencia se redujo y con ella los requisitos. Terminamos aceptando  tabiques desviados, visión disminuida y moral retorcida. ¡Que quede la experiencia!