Ojalá me equivoque
No es raro que de tiempo en tiempo se retome el tema del control horario para los establecimientos dedicados al expendio de bebidas embriagantes, buscando extender las horas de funcionamiento hasta la madrugada. Me erijo como abanderado en defensa del control por múltiples razones que en varias ocasiones he tenido oportunidad de exponer, y ante el movimiento que se está generando en la capital de la Republica, orientado a ampliar la hora de cierre en zonas acordadas para ciertos establecimientos, me veo en la necesidad de recordar aspectos negativos con la esperanza de que las autoridades escuchen.
En diversas administraciones se han tomado medidas y aplicado pruebas tendientes a establecer el horario ideal para negocios con vocación de rumba, medidas que se tornan transitorias y cambiantes al ritmo o criterio de cada burgomaestre, es decir, no se ha logrado consenso sobre el tema. El último alcalde preocupado por el asunto fue Antanas Mockus con la hora zanahoria, dejando una experiencia positiva, pues los resultados fueron alentadores ante el descenso en las estadísticas delictivas de la época. Pero no consigo explicarme por qué si lo alcanzado es bueno y deja palmarias enseñanzas, desde las administraciones promueven la posibilidad de extender el horario, sabiendo las funestas consecuencias de la medida, es claro que lo hacen disfrazando las inexplicables razones, amparados en la solicitud de los expendedores, quienes alegan tener madurez para manejar los horarios con profesionalismo y responsabilidad.
Permítanme hacer un somero recuento de lo vivido ante horario extendido hasta el amanecer, empezando por evocar el aspecto de la ciudad, con ese espectáculo que deben presenciar los residentes de Bogotá; aquellos jóvenes estudiantes, deportistas, amas de casa, empleadas domésticas y demás ciudadanos ajenos a la rumba, pues verán una ciudad trasnochada con rastros demostrativos de desorden, desaseo, a más de ver uno que otro borracho dando escándalo en las calles; no me refiero a sectores de dedicación exclusiva para la rumba donde los rastros son vergonzantes. Estamos hablando del aspecto, pero enfoquémonos en la seguridad a altas horas de la noche, iniciando por el peligro que corren los borrachitos en las calles dando oportunidad a los maleantes, siguiendo con el paseo millonario tan fácil de cometer ante una víctima ebria, y qué tal las riñas acompañadas de lesiones personales, sin contar con homicidios, en fin, tenemos muchos puntos negativos para pensar en laxitud horaria.
De manera que obtendremos una Bogotá insegura, ruidosa y caótica, o es que no han oído hablar de ¡Cuadra Picha! (qué tal el nombrecito) lo dice todo; ya veremos los accidentes de tránsito, conductores embriagados, porque esa responsabilidad no la hemos alcanzado, y de seguro -el aumento en las ventas para los establecimientos no es tan representativo-; ahí les dejo esas consideraciones a los encargados del tema.