GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 8 de Noviembre de 2013

Gasolina en las venas

 

La cacería es una infamia. Brutal el espectáculo de una manada de pseudoacristócratas, acompañados de perros  más sofisticados que ellos, apuntando sus rifles contra el vuelo atemorizado de unos patos salvajes. Los trofeos de la muerte, siempre me parecerán detestables, vengan de quien vengan.

Y también es atroz cuando ciertas avesles disparan a las escopetas. Lo que presenciamos antenoche, de un Iván Márquez que acusó de corrupto al Estado, y enfocó  su dedo detractor contra la infiltración de las mafias en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, es mucho descaro. Obvio que nos crispa la corrupción paseándose por los costados de la Plaza de Bolívar; pero no es propiamente el líder de una guerrilla embadurnada hasta la médula de narcotráfico, extorsión, muerte y secuestro, el mejor llamado a censurar la descomposición de otros sectores.

Con rabo de paja y gasolina en las venas, mejor no acercarse  a la candela. Cualquier corruptómetro marcaría que quien le endosó un ideal sociopolítico muy importante, al cultivo, producción y tráfico de estupefacientes, es un corrupto de marca mayor. Entonces, bájenle al tonito.

Desde un principio, este Puerto ha sido defensor de los diálogos. Reconozco  avances, pero no estoy  tranquila. Comprendo que si hay una dejación de armas, no es para convertirse en taxistas. Pero ¿cómo va a resolverse el dilema ético y jurídico que se plantea entre dos realidades opuestas? Los culpables de delitos de lesa humanidad no pueden ocupar cargos públicos, versus, la guerrilla tendrá curules y opción de cargos en el Estado.

Además, me inquieta la polarización en la que Santos nos sumió: O somos  amigos o enemigos de la paz. Pero el tema no es tan así: personas muy respetables, que -con hechos y no con palabras- han sido constructoras de paz, no comparten lo que  se está tejiendo en Cuba; pero no hacerlo, no los convierte en “enemigos de la paz”.

Hay otros, ellos sí guerreristas, que pretenden seguir con su spray de virulencia, natural o heredada. Por ejemplo, ver al señor Zuluaga disfrazado de Uribe, es fatal. Es aún peor que el mismo Uribe, porque uno no sabe si es una repetidora en play, o un muppet con saña propia; y esos señores, también altamente combustibles, dan mucho miedo.

Respecto al acuerdo del miércoles, “Apertura democrática”, dice Humberto de la Calle; “Perdieron la partida quienes estaban torpedeando la paz”, Clara López; “No tenemos que resignarnos a otro medio siglo de guerra”, Juan Manuel Santos… Eso suena bonito, pero está por verse cuál va a ser el costo sociopolítico, ético y económico que tendremos que pagar.

Claro, hay un tema grueso de inequidad, décadas de injusticia acumulada, víctimas y victimarios. Pero también hay 48 millones de colombianos, que tal vez estén un poco desconcertados al ver que se llega más rápido a las cimas políticas, habiendo sido secuestrador, que trabajando vestido de obrero, maestro, jurista o doctor. Todavía queda en Colombia mucha gente que juega limpio; merece respeto, y que le den -al menos- las mismas garantías que les ofrecen a quienes hicieron su nombre y fortuna, a costa de coca, granada y fusil.

ariasgloria@hotmail.com