GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Diciembre de 2011

 

No más

 

No más abrazos de hermana de Piedad Córdoba.

No más tatuajes de pólvora en el cráneo de nuestros soldados.

No más gestos de buena voluntad carcomidos por tiros de gracia.

No más cartas sacadas de la manga, la víspera del funeral.

No más policías regresando a casa envueltos en ataúd.

No más sentimientos de pesar escritos con la sangre de los muertos y las manos de sus verdugos.

“No más” era el lema de Pachito Santos cuando estaba más interesado en luchar contra el secuestro, que en electrocutar estudiantes.

“No más Farc” fue el pregón de la histórica marcha del 4 de febrero.

Tres años, diez meses y dos días después, el mandato será el mismo: el 6 de diciembre saldremos a las calles, esperando que esta genuina vox populi retumbe en las montañas de Colombia, y los guerrilleros sepan, sientan y comprendan que el pueblo no los quiere, ni los avala, ni les concede legitimidad.

Independientemente de las discusiones expertas sobre el estatus político de la guerrilla, la tipificación de sus crímenes, o la justicia nacional o internacional que se les deba aplicar, no merece legitimidad quien decide cambiar las proclamas de equidad, por el tráfico de cocaína; las consignas de igualdad social, por fusiles clandestinos; los pregones de libertad para el pueblo, por cadenas atadas al cuello; y la rebeldía de las ideas, por la maldad de las acciones.

Además de todos los colombianos y extranjeros muertos a manos de las Farc, hay otras muertes que yo también les reclamo:

La muerte de la confianza, y de la fe que un día tuvimos en que sí era posible un proceso de paz; la muerte de la esperanza de encontrar salidas pacíficas al conflicto; la muerte de haber creído en acercamientos y diálogos, en banderas blancas y velas encendidas.

Es grave cuando a un pueblo le asesinan a sus dirigentes, a los soldados y campesinos. Y también es grave cuando le arrebatan la posibilidad -y hasta el deseo- de buscar puntos de encuentro y desarmar los espíritus. No sé de qué es más difícil recuperarse: si de los muertos, o de los escepticismos.

Las Farc nos volvieron fratricidas de pensamiento, obra u omisión. Las personas de bien celebran la muerte de las personas de mal, y hablar hoy de acuerdo humanitario, sería como incluir a Mary Poppins en el himno nacional.

Se nos desgastaron la confianza, la esperanza y la posibilidad de respetar al adversario.

Si las guerras de por sí, son manifestaciones de la degradación humana, la nuestra se nos degradó aún más, porque rebasó los límites.

Las bestias son más humanas, dijo hace un par de días,refiriéndose a las Farc,una intelectual tradicionalmente comprometida con la paz.

Me impresionó que la expresión no viniera de un general de cinco estrellas, sino de una mujer de corazón luminoso.

Ese, señores de las Farc, es su legado: Miles de tumbas cavadas por su culpa; cientos de huérfanos, millones de escepticismos, y un país que se revienta por leer en un titular, que ustedes ya no existen.

ariasgloria@hotmail.com