GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Mayo de 2014

Domingo: una obligación moral

 

A Marta Lucía Ramírez le parece raro que justo ahora, el presidente Santos haya decidido pedir en extradición a María del Pilar Hurtado, exdirectora del DAS asilada en Panamá. A mí lo que me parece raro es que no la haya pedido antes: mucha gente puede hacerle señalamientos al expresidente Uribe; pero pocos como la ex del DAS, podrían dejarlo irremediablemente al descubierto. Obviamente no van a devolverla mañana; pero la sola posibilidad de su regreso es interesante.

La saga del hacker contratado por el señor de la Z es pálido junto a lo que puede pasar cuando la exdirectora del DAS cuente quién le ordenó chuzar periodistas, magistrados y opositores del entonces Presidente. Nadie puede pensar que ella sola asumió la decisión de cometer semejante violación al derecho a la intimidad (derecho fundamental, según el artículo 151 de la Constitución Política del 91; Declaración y Convención Americana de los Derechos Humanos; y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).

El maquiavélico dúo Zuluaga-Uribe (qué pena con Maquiavelo), intentó armar la debacle con el tema de dos millones de dólares provenientes del narcotráfico, supuestamente entregados en el 2011 a J.J. Rendón, para subsanar saldos en rojo de la campaña de Santos.

Luego, cuando Uribe se vio urgido para entregar las pruebas que afirmaba tener,  sale con esta perla de babas, en la entrevista de la W: “No hay que quedarnos en la sutil diferencia entre información y prueba”. ¿Vamos a permitir que nos trate como si no tuviéramos ni dos neuronas en sinapsis?

Me niego a creer que él considere que  esto sea ‘lo cosmético del caso’. Cosmético es que alguien use pestañina, o que Uribe  se vista de Zuluaga y Zuluaga quiera parecerse al Zorro. Pero entre información y prueba, no hay una capa de héroe ni de maquillaje: hay un abismo conceptual y jurídico.

Este país no puede ignorar el  tema del hacker, sin castigar a Zuluaga en el lugar donde tiene que hacerlo: en las urnas. No hay otro escenario posible. ¿O alguien cree que la campaña de Santos trajo de Hollywood al ganador del Oscar en la modalidad de efectos especiales, y en el video  Zuluaga es pero no es, y su voz no es la suya ni dice lo que dice?

Más allá de las implicaciones penales que tenga lo que está pasando, es el domingo, en las mesas de votación, donde Colombia tiene la obligación moral de definir si quiere o no, que la gobierne un partido que viola los derechos humanos. A pesar de la terrible Petroalianza,  yo votaré por Juan Manuel Santos. Lo hago por respaldo a los diálogos de paz, y porque me da demasiado miedo un tercer Uribe reencarnado en Zuluaga.

Una pregunta: Uribe sólo piensa desconocer el resultado de la Registraduría si el señor de la Z pierde… ¿o también si gana?

Grave que todo esto haya generado desconfianza en las instituciones, porque no podemos darnos ese lujo: a pesar de los desmanes y groserías que hemos visto en trinos y declaraciones, aun la peor democracia será siempre mejor que cualquier dictadura.

ariasgloria@hotmail.com