GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Agosto de 2014

Conversación de dos amigos

 

Luego de unos días absolutamente felices, en la más intensa e inmensa azulidad del Mare Nostrum, retomo Puerto Libertad, con un amigo del alma: el teatro.

“Audición, un atentado escénico” es mucho más que una crítica al medio de la televisión, y al comportamiento de las programadoras. “Audición” se mete con la arbitrariedad, no del medio, sino del país. Tiene la habilidad de despellejar al oponente (la corrupción, la pereza, la falta de preparación, la idiotez o la hipocresía), con una luminosa mezcla de humor y denuncia; uno pasa de las lágrimas de una risa inatajable, a las de la ternura y el dolor (como sucede con las evocaciones del inolvidable “Muéreme”).

“Audición” es una llavería con esa vida que camina por las calles, monta en taxi, come espaguetis, y sufre los efectos de las intrigas, la politiquería y los mandos de pacotilla.

Una de las magias de la obra es que borra la distancia espectador / actor. Uno siente que no está presenciando una función desde platea, sino que -sentado en una silla cotidiana, semejante a la de cualquier mortal- es cómplice de la conversación de dos amigos. Incluso uno quisiera intervenir en el diálogo; ellos se ven tan cercanos, tan de carne y hueso, y hasta parecidos a uno, que dan ganas de meter la cucharada. Es un libreto ágil y abierto, con la espontaneidad del idioma hablado, no del idioma escrito.En “Audición”, más que parlamentos, hay confesiones, intimidades, frustraciones y recuerdos.

Sus autores, Antonio Morales y Germán Quintero, han sido grandes desde chiquitos, y el suyo siempre ha sido un trabajo inteligente y honesto, crudamente sintonizado con la vida real. Ellos inspiran respeto, por lo que son, por lo que hacen, porque son valientes, y el valor no es un tema fácil de asumir.

En esa misma vida real, y en la obra que se presenta en el Teatro Nacional Fanny Mickey, Germán Quintero y Alfonso Ortiz son dos amigos contemporáneos, que han compartido prestigio, impaciencia, aplausos y laberintos. Han pasado por las interminables esperas de los casting, y por el trato de algunos empleados de las programadoras, que con voz de megáfono y respeto de hormiga, gritan de esquina a esquina -luego de tres horas de espera- “¡Venga, que ya le toca a usted!”.

Ambos son unos señores actores y unos actores señores. El público los quiere y los admira, y quienes tenemos edad para haberlo hecho, los hemos seguido y aplaudido desde hace más de 40 años. Los percibo inconformes, sin llegar a desbordarse; razonablemente rebeldes; y muy seguros de haberse ganado el derecho a decir lo que se piensa, subir la vida al escenario, y brindar por ella con una carcajada bohemia, un abrazo verdadero, y tantas nostalgias como la memoria lo permita.

“Audición, un atentado escénico”. No verla, sería casi un atentado contra la delicia y la conciencia: uno merece ver buenos actores, y necesita oír cosas inteligentes -crueles o divertidas- que traigan de la mano una reflexión urgente, por este mundo que nos conmueve.

ariasgloria@hotmail.com