Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Marzo de 2016

PUERTO LIBERTAD

Así, como los huracanes

 

NO me preocupa que Donald Trump exista. Lo que me alarma, como un erizo epiléptico incrustado  en el oído, es que tantos seguidores lo respalden; tantos, que no es improbable que uno de los locos más ricos del mundo llegue a ocupar la presidencia de los Estados Unidos.

Angustia saber  que algunos de sus fans son personas  gratas, conscientes y correctas. No  me cabe en la cabeza que gente que en su cotidianidad es generosa y trabajadora, apoye un candidato tan lleno de absurdos, de maldad antidiluviana, de despotismo y exclusión. 

Mucha rabia y mucho miedo deben andar por ahí, caminando por las calles, para que alguien tan perversamente  excéntrico haya llegado  tan lejos.

Si lo que pretenden sus seguidores es darle una cachetada al gobierno de Obama, a los inmigrantes (legales o no),  a Latinoamérica, a los musulmanes (buenos, malos y regulares), a todo lo que no sea rubio, gordo y ojiazul, me temo que  el mensaje va a salir demasiado caro -incluso para los propios gestores- .

Algo que amenaza con llevarse por delante la estabilidad y la ecología social de millones de personas, ya es per-se catastrófico. No es exageración: El impacto de un buen o mal presidente gringo toca prácticamente todas las esferas de la economía, el desarrollo y las relaciones internacionales de  millones de seres humanos.

No es chistoso votar por Trump. No es simpático ufanarse de la posibilidad de tenerlo sentado en el despacho oval, vociferando sin piedad ni criterio contra todo lo que su cerebro de showman dedicado a fabricar dinero, no alcanza a  comprender.

Vuelvo al principio. Donald Trump existe; como existen los huracanes, los  alacranes, o la úlcera gástrica.

La diferencia es que uno no imagina a nadie sensato haciéndole campaña a las caricias de un huracán, la dulzura de los alacranes o el saludable candor de tener un roto  en el estómago.

¿Qué puede pasar si al país más poderoso del mundo lo empieza  a regir un déspota millonario, insensato e insensible? Y no sólo qué nos puede pasar a quienes  quedaríamos al otro lado de su muro conceptual y/o físico, sino  qué puede pasarle  a la economía, la convivencia y la conciencia de los Estados Unidos?

Por grande y poderoso que sea un país, no creo que aguante de pie el rompimiento del sentido social que buena parte de la humanidad pretende construir y ejercer.

No quisiera tener que formar hijos en un país regido por Donald Trump. ¿Qué les ensañaría? ¿Cómo explicar el triunfo del odio y la incoherencia? ¿Qué decir sobre el respaldo de millones de personas a discursos racistas que insultan la dignidad humana? Tal vez habría que decir que echamos uno o dos siglos de reverso, porque los más poderosos sufren de amnesia social, y la historia fue un mal sueño que no importa repetir siempre y cuando uno sea el que domina y aplasta, y no el dominado y aplastado.

¡Por Dios! Un país tan maravilloso no puede cometer la falacia de matricularse con una política de violencia y abismos, nefasta amalgama de sevicia,  burla y fanatismo.

ariasgloria@hotmail.com