La peor epidemia
A estas alturas del cruce de acusaciones entre monjas, funcionarios y periodistas, no hay certeza sobre lo que realmente sucedió en Cali, en la escuela Hogar Infantil Lleras Camargo.
La Fundación que maneja el Hogar Arcoiris de Sueños denunció a la Hermana Santa Ibargallartu -rectora de la escuela- por haber expulsado a un niño de cinco años y a una niña de cuatro, supuestamente portadores del VIH.
Al día siguiente la monja habló, y la oí. No me convencieron sus explicaciones, pero ese es mi problema. No me consta que la Hermana Santa haya faltado a la verdad, ni a los principios de humanidad y solidaridad que todos deberíamos ejercer, y más aún, quienes consagran su vida al servicio de Dios.
La Personería de Cali visitó la escuelaLleras Camargo, y aparentemente encontró que los niños no habían sido expulsados sino “apartados”. Sin embargo, otra cosa sintieron los tutores y directivas de Arcoiris donde viven los niños. Para ellos, la escuela incurrió en un claro caso de discriminación; y el delgado del ICBF Regional Valle dijo que el Instituto ya le había ordenado al colegio la no exclusión de los niños.
Mas allá de saber quién miente y quién expuso a la picota pública a estas criaturas, vale la pena reflexionar sobre el costo social de la ignorancia.
Más de 20 años después de la expulsión del muchacho Ryan White de una escuela de Indiana, por ser VIH positivo, y de la histórica ley promulgada en Estados Unidos al poco tiempo de su muerte en 1990, deberíamos saber que ni el VIH ni el SIDA se transmiten por hablar, jugar en la arenera, abrazarse, prestarse los colores o sentarse en el mismo pupitre.
Deberíamos saber, también, que hay un detallito llamado Derechos Humanos y una Convención de los Derechos del Niño, que hablan de la obligación que tienen los Estados Partes de respetar y garantizar que los derechos enunciados se cumplan y apliquen sin ninguna discriminación.
En Vietnam, cientos de monjes budistas, en alianza con la Unicef, convirtieron las pagodas en centros de inclusión y capacitación para erradicar el estigma que se cierne sobre los niños con SIDA.
En Tailandia, esta labor la asumieron los campamentos de terapia artística del grupo “Comprendemos”. Y en China, de la mano con los Juegos Olímpicos de Beijing, vino todo un tema de conductas y actividades culturales, lúdicas y sociales, para fomentar la inclusión de niños afectados por el VIH.
Hace unos meses, la compañía de chocolates Hershey enfrentó una gigantesca presión internacional, porque la escuela de la Fundación Milton Hersheyen Pennsylvania rechazó a un niño de 13 años por ser VIH positivo.
Se calcula que hoy viven en el mundo 3.5 millones de niños con VIH/SIDA y sólo uno de cada cuatro recibe terapia antirretroviral. De ahí arranca la discriminación. Difícil mundo éste, en el que la desmedida ambición económica de unos y la insensible ignorancia de otros rigen decisiones de vida o muerte. Quizá la peor epidemia de la modernidad no sea el SIDA, sino la pobreza de corazón.