Glosas a la barbarie (XXVI) | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Marzo de 2021

La nuestra es ya una sociedad que produce contaminación visual de los espacios públicos, que difunde programas caracterizados por la idiotez, la vulgaridad, el sexo, la violencia, en otras palabras, tiempo cerebral disponible. La vulgaridad, el empobrecimiento estético, la nivelación a la baja, el infantilismo: tal es la obra que degrada y mata la verdadera cultura (Gilles Lipovetsky, De la ligereza, p. 42).

 

Culmino la barbarie de la superficialidad con una sinopsis, resumidísima, de algunas ideas de tres sociólogos que analizaron la sociedad y la cultura desde categorías novedosas, con base en las cuales escribieron sus respectivas obras: Gilles Lipovetsky, Zygmunt Bauman y Jean Baudrillard.

De la ligereza se publicó en 2016. El título anuncia la temática principal. Lipovetsky examina la ligereza, en tanto que tendencia dominante de la época actual, que se manifiesta en todos los aspectos del mundo occidental. Sustenta su tesis con una serie de datos y análisis de heterogéneas disciplinas que fueron colonizadas por lo ligero: arquitectura ligera, moda ligera, arte ligero, religión y espiritualidad ligeras (religiones a la carta).

La barbarie de lo superfluo, pues, es un hecho patente y un signo de estos tiempos; una epidemia que lo ha infectado todo: “Lo ligero nutre cada vez más nuestro mundo material y cultural, ha invadido nuestras prácticas cotidianas y remodelado nuestro imaginario. Si antes era admirado únicamente en el dominio del arte, hoy es un valor, un ideal, un imperativo en múltiples esferas: objetos, cuerpo, deporte, alimentación, arquitectura, diseño. En el corazón de la era hipermoderna se afirma por doquier el culto polimorfo de la ligereza. Su campo estaba limitado y era periférico: hoy ya no se ven sus límites, hasta tal punto se ha introducido en todos los aspectos de nuestra vida social e individual, en las cosas, en la existencia, en los sueños, en los cuerpos (Lipovetsky, Ob. Cit., p.7).”  

Zygmunt Bauman es reconocido, especialmente, por acuñar el concepto líquido y utilizar la metáfora de la fluidez para describir la esencia moderna y postmoderna. En su obra postula que las sociedades contemporáneas, en cuanto líquidas, no tienen rumbos perdurables. Son comunidades insustanciales, entregadas a lo fácil, sin vínculos afectivos (amor líquido), sin patrimonios culturales (cultura líquida), sin legados intelectuales (educación líquida), sin madurez ética (ceguera moral), sin privacidad (vigilancia líquida), sin horizontes existenciales (vida líquida).

Jean Braudrillard escrudiña la realidad del hombre huero, o sea, la estructura del mundo de consumo. El autor de La sociedad de consumo escribe que el culto a los objetos y a lo aparente es el nuevo mito tribal que prefabrica identidades y domina todos los significados de la vida, sumergiendo al hombre en una vorágine irrefrenable y repetitiva, que consiste en consumir mercancías de ágiles caducidades. La sociedad de consumo, en fin, hace de los objetos signos depositarios de los deseos, que terminan controlando a los sujetos. Pero, vale la pena anotarlo, el consumo del hombre fatuo no es el de la alta cultura, sino el de naderías obsolescentes y experiencias efímeras.

*Jurista y filósofo