Primer escenario: Los gringos compraron Alaska a los rusos en 1867. En 1903 surgieron diferencias limítrofes con Canadá, entonces dominio británico, y se conformó un tribunal de arbitramento compuesto de tres magistrados por cada parte lo que, para satisfacción de Teodoro Roosevelt, prácticamente garantizaba que no se llegaría a una solución. Uno de los árbitros gringos, Elihu Root, que era funcionario de la Secretaría de Estado, discretamente rechazó una carta de Roosevelt a “sus” árbitros en la que decía que tacharía de traidores a quienes se atrevieran a decidir contra los Estados Unidos. Los ingleses designaron, por su parte, tres personajes que tenían trayectoria reconocida en las más altas dignidades judiciales. Al llegar a Londres, Root sugirió que los árbitros no podían alojarse en el mismo hotel que el agente y los consejeros de los Estados Unidos - la mujer del César no sólo debe ser honrada sino parecerlo- y luego hizo elegir a uno de los británicos como presidente del Tribunal.
En definitiva fue este presidente, Lord Alverstone, quien al unirse a los tres estadounidenses, inclinó el fallo arbitral a favor de los Estados Unidos. Las críticas no se hicieron esperar, pero Lord Alverstone las rechazó con esta frase clásica: “Si en un arbitraje no se quiere una decisión basada en el derecho y en la prueba, es mejor que no pongan a un juez británico a decidirlo”. La justicia antes que la política.
Segundo escenario: el 23 de junio de 2016 se votó el referendo sobre el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit), que ganó el SI por precaria mayoría. El primer ministro, el conservador David Cameron, renunció. El caso fue llevado a la High Court que dictaminó que el Parlamento tenía la última palabra, lo cual fue confirmado por la Corte Suprema, la que agregó que Escocia, Gales e Irlanda del Norte, donde ganó el NO, no tenían derecho de veto. El Parlamento, de mayoría conservadora, resolvió que había que respetar la voluntad popular y aprobó el retiro de la Gran Bretaña de la Unión Europea, que comenzará esta semana.
Tercer escenario: el 2 de octubre pasado el pueblo colombiano votó NO en el referendo sobre “apoyar” o no el Acuerdo de La Habana. Las mayorías gobiernistas, con el presidente Santos a la cabeza y la complicidad de la Corte Constitucional, maniobraron para que un “nuevo” acuerdo fuera aprobado por el Congreso. Y se están aprobando mediante un procedimiento expreso (fast track) las reformas constitucionales y legales enderezadas a implementar el Acuerdo rechazado en el plebiscito e, incluso, ir más allá de las mismas. Ahora se pretende modificar el sistema electoral para asegurarse el triunfo en las próximas elecciones. Que se sepa nadie ha renunciado por la derrota en el plebiscito, que las maniobras convirtieron en una victoria para las Farc.
Conclusión: Gran Bretaña es Gran Bretaña y Colombia… una banana republic.
***
Coda: Un diario tituló que los venezolanos habían ocupado “predios” colombianos. No señores: los venezolanos invadieron “territorio” colombiano y violaron nuestra soberanía. Dicen los medios que Santos estuvo enérgico con Maduro. Aparentemente, luego de otras violaciones de territorio, cierres de frontera, maltrato a colombianos e insultos al gobierno, empieza a llenarse la copa.