Perplejos. Así han quedado todos, sabedores y legos, minuciosos rastreadores de la política y ocasionales espectadores de las noticias, ante los acontecimientos ocurridos la semana anterior en Washington con ocasión de la certificación de la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos por parte del Congreso de ese país. Richard Haass, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, expresaba sin anestesia así su desconcierto en su cuenta de Twitter: “Estamos viendo imágenes que nunca imaginé que veríamos en este país- en alguna otra capital sí, pero no aquí”. Algún presentador de noticias, con más ignorancia que criterio, comparaba los hechos con lo que pudiera haber reportado algún corresponsal en Bogotá. Perplejidad, hasta en la denominación: unos dicen incidente. Otros, sedición. Algunos, terrorismo. Empiezan a correr ríos de tinta para definir si fue golpe, autogolpe, o una cosa muy grave, aunque no tanto. Quizá nunca nadie logre ponerse de acuerdo. Ni qué decir tiene de las comparaciones, las elucubraciones y los análisis, que ya son verdadero diluvio, sobre las causas, las implicaciones, las consecuencias y el significado de un episodio que, en cualquier caso, tiene ganada ya su propia nota al pie en la historia universal.
En lugar de sumar caudal a la avalancha valdría la pena más bien tomar distancia reflexiva y buscar, allí donde es más probable hallarla, alguna luz para entender mejor el presente y salir de la perplejidad. Buscar, diría el gran Maimónides, una “guía de los perplejos”. Encontrar, diría Mark Twain, “las rimas de la historia”. Descubrir, en las lecciones del pasado y con algo de suerte, la “consolación” que halló Boecio, cuando más la necesitó, en la filosofía.
Se podría entonces releer a Gibbon, con su monumental “Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano”, cuyo eco resuena, hasta en el título, en la obra de Paul Kennedy sobre el “Auge y Caída de las Grandes Potencias”. Recorrer, con el historiador inglés Niall Ferguson, la trayectoria de “El Imperio Británico”, y la del “Coloso” reluctante y hoy conmocionado del otro lado del Atlántico. Contrastar, después o en paralelo, el sino de ambos con el del “Imperio Fallido” de los soviets y sus líderes, que reconstruye minuciosamente Vladislav Zubok -útil, además, para entender la Rusia de hoy, que en buena medida es la de siempre-. Y, entrados en gastos, escrutar con ávida curiosidad la comparación reveladora que de cinco “Imperios” ofrece el profesor Krishan Kumar en uno de sus más logrados libros.
Es eso, o naufragar, o repetir lo obvio, mientras Clío, la musa de la historia, indiferente al ruido que causan las naciones, se sonríe.
Colofón. Ha sentenciado el presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa: “El año pasado, el presidente Trump extendió las dolorosas sanciones económicas impuestas a Zimbabue, citando preocupaciones sobre la democracia en este país. Los acontecimientos de ayer mostraron que Estados Unidos no tiene derecho moral a castigar a otra nación bajo el pretexto de defender la democracia. Estas sanciones deben terminar”.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales