GUILLERMO FRANCO CAMACHO | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Diciembre de 2012

Proemio

 

ES  interesante revisar obras antiguas, de autores famosos, darse cuenta de lo acertado o errado de sus predicciones y precisar la validez actual de sus observaciones. Se presta, a tal estudio, La Verdadera Paz.Una estrategia para Occidente (1983), de Richard Nixon, cuyo tema de fondo es la guerra fría.

El texto que más ha impresionado, a quien escribe, sobre dicha materia, es La Guerra Fría.Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991 (2000) de Ronald E. Powaski, del que se recuerdan tres conclusiones: a) la culpa fue compartida por sus actores básicos, es decir, Estados Unidos (USA o EE. UU.) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que corresponden a las superpotencias de Nixon; b) se presentan dos opciones respecto a su punto de partida: 1917 o 1945. La primera fecha, bajo el marco de la primera Guerra Mundial, conlleva la derrota del imperio ruso frente al alemán. Las potencias occidentales, es decir, Francia, Reino Unido y EE.UU. temían que, como consecuencia de un tratado de paz, los ejércitos germanos ubicados en el frente oriental se desplazaran al occidental y ahí se decidiera la Gran Guerra. En consecuencia, los países occidentales, los llamados “aliados”, enviaron tropas a Rusia y tal gesto se tradujo en rencor permanente de los comunistas. 1945 corresponde al final de la segunda Guerra Mundial y, se piensa, que la URSS no atacó al Occidente por el monopolio estadounidense de la bomba atómica; c) la guerra fría (caliente en realidad) no pasó a mayores por el propósito de las superpotencias de no chocar directamente y evitar el holocausto nuclear que habría destruido a la humanidad. Esta tesis es aceptada: los actores fueron los aliados de EE. UU. y los satélites de la URSS. Se habría llegado al holocausto, aunque hubiera comenzado como conflicto convencional. Nixon insiste en que el objetivo era la consecución de una paz verdadera, opuesta a la  real o perfecta, sin significar el final de las pugnas; recomienda que el Occidente aplique una combinación de distensión y disuasión con firmeza aunadas a la “zanahoria y el garrote”, el ejercicio de su poderío económico e ideales y la ayuda al Tercer Mundo con una variante del Plan Marshall. Sin embargo, no expone el marco institucional y el conjunto mundial de personalidades participantes como lo hace Heinz Guderian en Recuerdos de un Soldado (1967).