Guillermo Franco Camacho | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Marzo de 2016

SAGITARIO

Roces

 

EL PAÍS se agita por el choque entre Juan Manuel Santos, presidente de la República, y Álvaro Uribe, su antecesor. Antes de empezar el análisis, quien escribe, en relación con el cargo indicado, jamás votó a favor de los personajes citados y tampoco por Andrés Pastrana y Belisario Betancur; lo hizo por Horacio Serpa. Consideró a Antanas Mockus por ser el faro ético de la política colombiana e Iván Marulanda al inclinar el peso del Nuevo Liberalismo, en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, a favor de propuesta de agrado personal: eliminar las facultades discrecionales del Estado y reemplazarlas por la transparencia absoluta.

Fue estrategia de Uribe vencer definitivamente a las Farc con progreso significativo: le es imposible a la guerrilla tomarse el poder por la fuerza y por eso la negociación en La Habana. Santos llega a la cúspide con apoyo de Uribe y del Centro Democrático, quienes creían que seguiría la línea fijada por quien le precedió: se apartó al convocar adversarios del ex presidente, luego es un traidor. ¿Qué hizo Santos?: aplicó la denominada Gran Estrategia, cuya finalidad es conseguir la paz y requiere arreglos adicionales domésticos e internacionales. Todo va bien en lo externo comenzando por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el presidente Obama y otras voces; sin embargo, hubo fallas internas y conviene un paréntesis. Los ex presidentes de Estados Unidos y México pasan a la oscuridad y ocurre lo contrario en Colombia: son estrellas fulgurantes y Uribe sobresale, en tal sentido, en la historia de Colombia y, de no ser por prohibición constitucional, sería el eterno primer magistrado de la nación como aspiraban Hugo Chávez y Evo Morales. Se puede pensar que Santos cometió un error al no obtener previamente la pertinente aprobación de su mentor pero, aunque fuera marginal, ¿tiene derecho un Presidente de la República a diseñar su programa propio?; además, cree quien escribe que el cambio de estrategia era fundamental. Es una lástima no consultarle a Sir Basil Liddell Hart la interpretación previa: falleció en 1970.

Dentro del conflicto surgen acusaciones sin pruebas y, mientras sea así, se las considera chismes. Quien escribe ha sugerido la realización de una investigación sobre la materia en nuestro país con inclusión de psicólogos, sociólogos, periodistas y abogados y sugiere agregar políticos y antropólogos.