El de los puentes
Impresiona de la Cumbre de Cartagena el paso superficial de algunos que no saben descubrir lo fundamental. Santos ha dado muestras de que la diplomacia no es crear impotentes acuerdos sino saber para dónde se va y con entereza, decencia y honrada sagacidad dar cuenta de su propósito. Con su Ministra son una díada de aciertos. Los latinos decían “fuertes en lo fundamental, decentes en las maneras” (fortiter in re suaviter in modo). Así la diplomacia es claridad y no una pasajera comedia de equivocaciones.
Importante además el discurso inaugural: el leit motiv o hilo conductor fue el de los “puentes”. En la antigüedad, que para sobrevivir necesitaba de comunicación expedita, el líder era aquel que sabía dónde, cómo y cuándo construir puentes que permitieran facilitar la supervivencia y el desarrollo. Por eso el título más preciado para el gobernante era el de “pontífice máximo”, es decir, el que diseñaba, construía los puentes. El mayor regalo para quienes entendían de “prosperidad” era crear puentes. Luego con la caída del Imperio Romano y asumida la dirección política de Roma por los Papas, ellos asumieron el título adjuntándole una dimensión espiritual de construir mediante la evangelización un puente entre esta vida y la vida eterna.
Con su discurso sobre los “puentes” Juan Manuel Santos ha rescatado un propósito muy olvidado y construido una política. Quien relea las palabras del Presidente y la forma como las pronunció ve en ello el rescate de un imperativo que es no solo el de la integración tantas veces burlada por causa de mezquinos intereses sino una comprensión realista de saber ir juntos hacia el modelo mundial de la “globalización”, que así como puede ser positiva bien orientada puede acabar con quienes tan solo saben improvisar y no mirar con acierto hacia adelante. Frente a la globalización se puede aplicar aquello de que “si no peleamos juntos seremos ahorcados por separado”.
“Construir, tender puentes” es tarea en el orden nacional, en el latinoamericano y en el mundial y ese debe ser el primer acuerdo: construir puentes.
La prosperidad depende de ello, como también la seguridad, la equidad, la paz y demás valores. Planteamientos sin encontrar lo que nos une y nos ponga en la disposición de trabajar juntos es malsana retórica, pura teoría.
Ya está clara la clave del Gobierno. De ahora en adelante se sabe que cada ministro, cada funcionario, cada líder que piense realmente en el país es un trabajador que al final del mandato ha de dejar la obra construida en excelencia y efectividad.
Por el momento, ahora Santos y su Ministra de Relaciones Exteriores han impartido una lección que no es otra que saber situarse frente al acontecimiento, entenderlo, saber justipreciarlo y orientar el puente que ha de nacer. Los mandatarios presentes o ausentes deben entender que nace una nueva diplomacia.
Los errores del canto y otras cosas son tan solo anecdotario.