La crisis de la justicia
El país asiste -asistimos- a un proceso increíble en el cual el único resultado será la pérdida de la poca fe de esto que llamamos democracia.
Por lo común sabemos que en la división de poderes quienes hoy día aspiran a hacer parte del ejecutivo creen que la viveza es una de las propiedades a desarrollar y que “ocultar la verdad “, el eufemismo, el circunloquio, la voluntaria inexactitud, la disponibilidad a la “negociación” hacen parte del perfil y que deben estar en el escenario para ganar tiempo y administrar problemas sin resolverlos realmente. Y no es que no sea posible ser buen gobernante en el nivel ejecutivo; ejemplos hay. Uno de ellos el siciliano Giorgio La Pira, alcalde de Florencia en Italia. Lo que sucede es que culturalmente estaba predispuesto al servicio del Bien Común y no era un cultor de lo que se ha llamado la “mafiosidad”, esa herencia que la criminalidad ha dejado en las mentes de quienes aspiran al dinero fácil, al exitismo a toda costa, a considerarse honestos por no haber sido sorprendidos o de parte del Estado a cobrarles a las clases medias y a los pobres los desfalcos, aprovechamientos y “carruseles“ de los impropiamente llamados “hijos de papi“ ya que se puede registrar que en esa generalización existen también quienes por su honradez son alérgicos al ejercicio de cargos públicos.
Y no se diga de los parlamentarios. Tengo un pequeño listado de aquellos que procuran mantenerse honestos y pulcros en esas tareas de la representación de un pueblo que considera que en la mayoría de sus componentes ocurre algo parecido a un Sodoma y Gomorra político en torno de los vicios que son de todos conocidos. Debo decir que ante el desafío bíblico de un exiguo número de honestos para no ser destruidos nuestro ámbito bicameral se salvaría a causa de esa docena de gente honrada que nada contracorriente.
Pero el problema real es aquel de la justicia en todas sus manifestaciones. La obra maestra de Santos es la Ley de Víctimas y estamos de acuerdo que solo con ella se justifica su presidencia. Con los “Victimarios” la cosa debe ser distinta. Amigos del diálogo, sí, para a través de él cumplir el proceso de Verdad, justicia, satisfacción y perdón. Sea quien sea el que haya atentado contra la vida y cometido todas esas torpezas y crímenes contra la humanidad debe pagar, entregar lo que ha quitado, ir a prisión que ha de tener las características de humanidad que ha desconocido y perder definitivamente los derechos políticos. No se debe poner a la sociedad en el riesgo de tener que votar por los criminales del ayer bien sean ellos paras, mafiosos, parapolíticos, funcionarios del Estado que han facilitado la descomposición de la sociedad. Todos ellos deben ser tratados con humanidad, sí, pero deben apartarse de la política. Esa es la magnífica tarea del Procurador inhabilitar lo indeseable.