El Procurador
Se comienza a hablar sobre la reelección del Procurador. Los ciudadanos del común estamos de acuerdo que sea positiva la respuesta. Finalmente un hombre honrado que es y parece serlo porque sus hechos no contradicen sus palabras.
Anteriormente daba vergüenza hablar de algunos de los procuradores; con éste se siente uno orgulloso. Defiende lo fundamental, lo no negociable: la vida, la importancia de la familia, la protección de los indefensos, la creación social de certezas sobre la dignidad del ser humano y la idea de un Dios que acompaña la historia y a los ciudadanos que la forjan.
Alejandro Ordóñez lo ha hecho bien, más que bien. La gente común ha sentido su obra. Los que lo apoyan, lo votarían directamente si fuera posible. Los que a él se oponen temen que continúe y que siga poniendo irregularidades y delitos al descubierto. Es persona recta, su ética no es negociable.
Su capacidad jurídica contundente se reconoce en la inteligencia de sus fallos. Hoy día es la única justicia realmente operante. Vivimos en el escándalo. Quienes han asesinado a miles reciben ocho o diez años de cárcel que se reducen por cantidad de circunstancias que complementan el negociable principio de oportunidad. Lo mismo ocurre con quienes creyeron ser más vivos que los demás y se han aprovechado de los recursos de los colombianos.
En cambio una inhabilitación de la Procuraduría conduce evidentemente a la muerte política de los que han delinquido desde el Estado. Cuántos facinerosos de cuello blanco no podrán regresar a hacer el mal. Los nombres están ahí y son la mejor prueba de la eficacia del procurador Ordóñez.
Los procuradores del pasado próximo daban la impresión -algunos dicen que la certeza- que allí donde no había motivo para proceder lo fabricaban, tal como en la más dolorosa Edad Media. Hoy quienes enfrentan este tribunal controvierten, se defienden y reciben absolución o condena según los méritos de su actuar.
Hay esfuerzos por ayudar a construir una democracia decente y eficiente como lo reclamaba en el amanecer del milenio Jacques Attali. Apoyar a Santos y al procurador Ordóñez es trabajar en este sentido y hacerlo con clarividencia. Si se quiere el Procurador sabe que la ley -imperfecta como es- no es aún la verdad, pero su trabajo está sabiamente orientado a que la verdad vaya convirtiéndose en ley. Es un camino difícil pero esa es la ruta crítica de la humanización.
En definitiva el Procurador merece ser reelegido. Seamos más claros: el país merece que este Procurador continúe.
Hace unos días en un programa de radio se afirmaba por parte de algunos
“sabios” que el gran problema del Procurador es que cree en Dios y luego de afirmarlo, descubrían que creer en Dios es peligroso porque esa creencia genera valores que no pueden ni quieren compartir.
Está escrito que “el temor de Dios es el principio de la sabiduría”. En Él y en Ella está el Procurador. Una democracia sin valores es una democracia sin valor.