GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Diciembre de 2011

 

¡Dios perdona, la naturaleza no!

 

Crece la emergencia en el país y las gentes del común se desesperan, se indignan, se deprimen. Eso es lógico y más que justo.

Sin duda hay que aceptar que la naturaleza por lo común es incontrolable. Sólo ilusos y soñadores han dado paso a la retórica de que es fácil luchar contra ella. Para ganarle a la naturaleza se requiere de inteligencia, honradez y capacidad de entenderla en un diálogo franco.

De cuando la naturaleza se desata por lo general no es responsable nadie de las catástrofes que pueda producir. Pero cuando esto sucede porque se ha abusado de ella alguien debe responder.

Ahora saldrán aquellos que dirán de la urgencia de hacer sacrificios para ayudar a recuperar a los damnificados y habrá que hacerlos. Si necesario sin límites y a tiempo. Pero justo es que el Estado indague -por ejemplo- qué deslizamientos han sido ocasionados por la tala de bosques sin sustitución en la arborización y cobre a los taladores. Que averigüe y sancione a quienes construyeron donde no se podía construir y vendieron casas y edificios que hoy se deslizan o están bajo el agua. Que a las oficinas que dieron el permiso de construcción se les obligue a responder y quienes hayan sido sus representantes lo hagan solidariamente aun con sus bienes. Que no se puede salir ahora con que el alcantarillado es insuficiente porque no hubo recursos ni planificación para entender que debía haberse adecuado al aumento poblacional y a las variaciones previsibles del medio ambiente.

Hay que tener en claro que los alcaldes y los funcionarios no se han nombrado tan solo para manejar la rutina, almorzar a diario subsidiados por los impuestos de la comunidad y llenarse de orgullo inaugurando bellas inutilidades mientras lo fundamental no se ha realizado. Tanto hablar de Trasmilenios, de Metros, de centros de convenciones para ver hoy a las clases medias y a los pobres con el agua pútrida literalmente al cuello.

Gobernar y gerenciar es también cuestión de criterio, de saber que en una ciudad hay que acompasar la necesidad del desarrollo con el desarrollo de las necesidades. Se sustituyeron casas por grandes torres sin comprender que había que efectuar modificaciones en la capacidad de los alcantarillados. Eso es un asunto de sentido común que debería ser decretado como norma en el perfil de los gobernantes.

Pasará la emergencia y todo seguirá siendo lo mismo; las cosas se seguirán haciendo de la misma manera y más grave aún se seguirá votando por los mismos que hoy desde la seguridad de sus casas miran las noticias del día y tan solo -si es que dicen algo- pronuncian el término lastimero de “pobre gente”.

No se ha visto a los alcaldes vencedores ni a los candidatos a las alcaldías vencidos haciendo nada por sus semejantes ahora cuando es el momento preciso de demostrar que sus preocupaciones por la comunidad y su afecto por sus conciudadanos eran sinceros.

guilloescobar@yahoo.com