GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Agosto de 2012

Las medallas que faltan

 

Sin  duda alguna  estamos todos contentos con los triunfos obtenidos en las pasadas Olimpiadas celebradas en Londres. Muy a la manera nuestra hemos hecho gala de las exageraciones que nos son propias. De repente a los triunfadores los hemos colmado de todo aquello que les fue negado en el pasado cuando cumplían en medio de la penuria el proceso de entrenamiento. Carro, subsidios de vivienda y de estudio, posibilidad de ser saludado por personas que antes les negaban –ciertamente- el saludo. Paseo a imitación del exhibicionismo ibérico, mordida de la medalla y unos medios de información reviviéndoles el pasado que si bien no perdona actúa como la culpa manifiesta. Que debe ser satisfecha con bienes, regalos y presentes.

Ojalá todo eso se convierta en realidad ya que hacia el pasado hubo quienes “llenaron de gloria” a la Patria, se les ofreció de todo y aún hoy son acreedores de ese afecto frágil y pasajero como son las glorias públicas. Lo bueno de la iniciativa de Santos es que la realización de los regalos estaba ahí, era algo concreto, palpable y real.

Luego vinieron las medallas que fueron signadas por el injusto ahorro del gobierno anterior lo que hace que el presente aparezca como excesivamente generoso. Es Colombia un país que cuenta con una paleta de múltiples medallas que han perdido su valor y que ni siquiera han sido reportadas juiciosamente a las entidades internacionales para razones de reconocimiento.

El Ministerio de Relaciones Exteriores cuenta con algunas que -de darles significado- podrían llegar a significar más adecuadamente en el reconocimiento de las hazañas cumplidas por estos colombianos de bien en los Juegos del 2012. Una de ellas es la “Gran Cruz al Mérito Cívico” en sus distintos grados . Pero hace falta, a decir verdad, una “Condecoración para las Glorias Deportivas”.

Bien lo de la “Cruz de Boyacá” porque no hay otra, a no ser que la “Orden de San Carlos” que se entrega a los diplomáticos extranjeros y se niega a los propios, podría cumplir mejor el rol de haber sido “embajadores” de una Colombia próspera.

Me gustó el discurso de Santos porque de seguro de ahora en adelante se hará justicia a tanto  colombiano que ha dedicado la totalidad de su vida a tareas donde siempre ha faltado el aplauso a saber las maestras de pre-escolar, las madres comunitarias, esos maestros inolvidables que han dejado huella imborrable; los cuidadores de enfermos terminales, de ancianos o simplemente enfermeros y médicos que colocan las prioridades del prójimo por encima de las propias.

Es decir, faltan medallas para los verdaderos servidores de la Nación que saben que las armas nos han dado la independencia, suponen que las leyes nos han de dar la libertad y esperan que el recto pensar y el recto obrar seguirán dando la garantía de que esta Patria seguirá siendo posible.