Santoyo
Una enorme crisis de la ética reclama atención y hay que hacerse al trabajo de diseñar una ética para la crisis.
Santoyo es un criminal que no merece se le siga otorgando ni el título de General. Quien como General es desleal con la Patria no merece. Recuerdo en lecturas de juventud que a los traidores uniformados se les convocaba al patio de armas donde normalmente habían recibido los honores con uniforme de gala, con medallas y condecoraciones. Frente a él en su uniforme de fatiga el soldado más humilde iba arrancando del uniforme de quien había ofendido a la Patria cada una de esas medallas, condecoraciones y galones y finalmente con un golpe de rodilla rompía el sable que compendia todos los honores. Era el castigo de una sociedad que puede comprender las contravenciones, sancionar los delitos y en muchos casos ser clemente atendiendo en oportunidades a la comprensión de tantas debilidades humanas que nos acompañan.
Pero este tipo de fechorías ejecutadas por alguien a quien se consideró entre los más dignos para ejercer liderazgo en el país a nombre de esas armas que se dice nos dieron la independencia no puede ser disculpado: la degradación ha de ser el castigo. Santoyo debe ser degradado porque traicionó a Colombia y enlodó las armas de la República.
Y deben renunciar al poder que ejercen aquellos que, teniendo responsabilidad directa, lo colocaron sobre el escudo sin que él lo mereciera. Deben renunciar - así sea “a posteriori”- el General que lo propuso ante la Junta de Generales porque por la función que ejercían “tenían que saber”; tienen que inhabilitarse de por vida los senadores que sin estudiar el caso debidamente votaron por él para habilitarlo porque es una ignorancia culposa o más de quienes ostentan esos cargos donde difícilmente “no se sabe”, aunque se tenía la información de sentencia suspendida que hacía presumir que era importante esperar a que se resolviera la situación. Y es responsable quien lo haya nombrado, mantenido y según se dice condecorado en tanto se le acompañaba de elogios que hoy despiertan mayormente la ira social.
Lo que no es aceptable es “el silencio de estos los inocentes”, de gentes que presumen saber de todo, que hablan y pontifican pero en el momento de las responsabilidades “lo ignoran todo”.
Que sepan las Fuerzas Armadas que cuentan con la admiración y apoyo de la Nación y que eso significa que “La Fe en la Causa” es por definición acogerse a “un nivel ético superior”. Apoyar a los soldados con entusiasmo significa darle a Santoyo el castigo que merece.
Coletilla. Tonto y ciego sería el Gobierno que no adelantara contactos para realizar la paz. Más tonto, imprudente, insensato sería continuar preguntándole al Presidente si está conversando con la subversión. Ningún gobernante ha de responder a eso; hay etapas de la política que por su naturaleza son absolutamente reservadas. Además la verdad debe ser dicha a quien merece escucharla en el momento propicio.