¡Tener la razón…!
Bien se ha dicho que lo importante de un politólogo y de un político no es tan solo tener la razón sino tenerla a tiempo.
Son muy pocos quienes están dotados de esta visión que los hace “pre-ver” los acontecimientos y tener el juicio oportuno para afrontarlos.
En el mundo se ha venido despertando una insurgencia cultural. A los revolucionarios de 1968 que sembraron el “relativismo” en todo, se oponen hoy día quienes aspiran encontrar valores ciertos centrados en el respeto a las personas dentro de ese ámbito general que se ha dado en llamar “Ecología Humana”.
Es un enfrentamiento grande en el terreno de los valores; hay pacifistas que quisieran encontrar audiencia en la comunidad y en el Estado y hay violentos que reviven el atractivo anarquismo de quienes demandan todas las libertades sin ninguna responsabilidad.
Por lo general se necesita que haya quien en el Estado que entienda de educación. Entender de administración y de financiación es muy importante, pero “Educación” es ciertamente saber responder a los signos de los tiempos y a la creciente demanda de humanización y de solidaridad, de libertad y de equidad al tiempo que de oportunidades para poder responder por uno mismo y por la familia desde la necesaria dignificación en y del trabajo.
Es una crisis enorme que no se puede soslayar. En todas partes sucede. En Italia hubo quienes desde años señalaron la crisis de valores y los valores que habían entrado en crisis y el problema de una dirigencia que -como lo dice Saramago- no ha cumplido con la función de “ladrar” a tiempo.
La rebelión estudiantil y universitaria que se incrementará en todos los países es hija de la descomposición de la cultura en el mundo occidental. Baste tan solo leer las admoniciones de Benedicto XVI sobre el tema. El asunto no es básicamente de recursos ni de cupos sino de los valores y de su significado y de la orientación para ser respuesta a un mundo que no soporta remiendos porque, al decir de Jacques Attalí, “no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época”.
Y esa rebelión deberá ser afrontada por quienes desde el mundo universitario sepan mirar el mundo de la cultura. El asunto de la universidad no son tan solo la calidad y dinámica de la ciencia y la tecnología, sino la formación de un ser humano mejor, capaz de producir esa “gran bifurcación” tan necesaria para evitar los abismos que nos rodean y amenazan en todos los campos. En verdad razón tiene Francois Rabelais al afirmar que “Ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma”.
Aprender a pre-ver es la tarea del gobernante; Santos es el portador de los sueños de una nación y quienes le colaboren deben ser los mejores en el campo que desempeñan para poder responder al presente pero con atinada conciencia de futuro.