GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Lunes, 21 de Noviembre de 2011

 

La crisis de la democracia
 
 
Difícilmente  se encuentra otro tema en los diarios europeos y en los ensayistas sociales, llámense como se llamen, que el de la crisis de la democracia. Todas las interpretaciones van y vienen y a la postre tanta palabrería ilustrada aterriza en lo que todos sabemos: que no hay un proyecto de país, que la corrupción activa y pasiva reina, que los parlamentos se llenaron de mediocres y de charlatanes; que los dineros públicos se recaudan y desaparecen casi de inmediato enredados en las alforjas de las mismas instituciones recaudadoras; que a los dirigentes les importa poco si hay gente que nada tiene seguro sino el morir; que la ley del más fuerte se impone y los argumentos y el sentido común son derrotados por la violencia; que los jóvenes mejor nacidos creen que hay una época para hacer y deshacer ya que al fin y a la postre los puestos los esperan porque en ellos impera la oculta ley de la herencia que hace que ministerios y representaciones tengan inevitables grados de afinidad o de consanguinidad ocultas o declaradas; que la brecha entre malos ricos y pobres crece a diario marcada por lo inequitativo de los procesos sociales; que sólo hay dinero para lo suntuario y que cuando se pierde plata siempre es la de los pobres la extraviada.
Y ese mal es mundial y plantea el sordo enfrentamiento entre la política y la economía de la que son tan responsables los banqueros por acción como los políticos por acción en el tenebroso juego del poder mal ejercido como por omisión en evitar hacer lo que se debía en obediencia a las Cartas Constitucionales. ¿Pobreza? No, sino exceso de riqueza del sector financiero que se nutre en medio de las carencias ajenas, que ha jugado y despilfarrado en el altar del “dios mercado”, en fuga de capitales y demás obligándose a sí mismos a forzar para que se les compense con dineros públicos destinados a lo social a fin de poder continuar en su feria de liviandades.
Nada tienen que ver estas palabras con algunos ricos que han invertido bien sus talentos y que son faro de luz en la economía social de mercado, que a pesar de todo se esfuerzan en conservar la dignidad del salario y en la creación de empleos. No se es enemigo del mercado sino de aquellos que pretenden uncir a los seres humanos al yugo de la economía cuando esta debe estar puesta al servicio de aquellos.
No se piensa en valores sino en la bolsa de valores. Se produce una indulgente sonrisa cuando los gobernantes de Francia, España, Italia, Reino Unido, Alemania y Grecia –acorralados- comienzan a hablar con una envidiable propiedad con el lenguaje del pensamiento social cristiano y de la doctrina social de la Iglesia y todos los ignorantes que los rodean inician la adulación maravillándose del pensamiento humanista de sus jefes. La ignorancia sigue siendo atrevida. Democracia sin justicia social no es nada.