Desde la estruendosa derrota de Gustavo Petro y el Pacto Histórico, en las pasadas elecciones de mitaca, el presidente está ‘paniqueado’, atormentado y enfurecido.
Él debe garantizar, como sea, el triunfo en el 2026 de la izquierda furibunda comandada por él. La presidencia debe ser suya, ya sea a través de su mujer, o su amada preferida, Laura Sarabia, u otro de sus amores, Gustavo Bolívar, Iván Cepeda, o de su propia reelección, sacada de su manga a último momento.
Esto ha hecho que Petro se quite su piel de oveja, amante y respetuosa de la democracia, y muestre sus colmillos de lobo en contra de las instituciones democráticas de la Nación.
Durante estos últimos meses ha ido socavando, con mucha más fuerza de cómo lo venía haciendo, todos los pilares de la democracia. El Congreso ha sido amenazado: si no pasan sus descabelladas reformas levantará el pueblo en su contra. Además, para socavar más al legislativo, bajo la mesa trata de comprar votos, a diestra y siniestra, con atractivas ofertas de embajadas, contratos y concesiones para ellos, sus familiares y amigos, ejerciendo la más descarada corrupción.
En el congreso, los representantes del gobierno reparten “mantequilla”, de la buena, a manos llenas y sin vergüenza.
La libertad de prensa es otro de los pilares de la democracia que está siendo amenazado, sus diatribas contra los medios que lo investigan son constantes. La denuncia contra el expresidente Andrés Pastrana es un descarado intento de taparle la boca por sus justificadas críticas. Por otro lado, se rumoran jugosas ofertas de nuevos o mejores canales de radio para aquellos que se plieguen a sus exigencias.
El ejército ha sido humillado y maltratados de todas las maneras posibles desde los primeros días de su presidencia, comenzando con el descabezamiento de decenas de generales sin que mediara explicación alguna. Salieron del servicio muchos de los militares más experimentados y honorables de la Nación, hombres que dieron décadas de su vida el servicio de la Patria. No merecían dicho trato; no lo merecían sus familias. No merecía Colombia perder el servicio de hombres tan destacados.
Hoy ha amenazado a la Fiscal encargada, a la Contralora, a todos quienes se le opongan o investiguen alguno de los múltiples escándalos que lo rodean.
Ahora el ataque del lobo feroz va hacia la yugular de la democracia, hacia la Corte Suprema de Justicia y sus magistrados. Sin vergüenza oímos a Petro, en los medios públicos, pagados con el dinero de nuestros impuestos, azuzar al pueblo a una sublevación contra la Corte Suprema de Justicia a la que pretende gobernar como si fueran sus empleados.
Y, ¿qué vemos? Unos cuantos alzados ¿pagados? se amontonan al frente del Palacio, sede de la Corte Suprema, a insultar a los magistrados, a impedirles entrar y salir del edificio, a aterrorizarlos, como aterrorizaron en 1985 a otros magistrados, cuando el M19 se tomó el Palacio de Justicia y 11 jueces de la Corte Suprema fueron asesinados.
¡Horrible coincidencia! Petro, quien formó parte de ese grupo terrorista, llama ahora a este acto contra la Corte. Se ha dicho que el M-19 pretendía destruir documentos en contra del cartel de Pablo Escobar. ¿Qué pretende hoy Petro? ¿Acabar con la democracia, encubrir al narcoterrorismo, aterrorizar al país?
Desgraciadamente, eso y mucho más.